Las aulas (II)

Sigo dándole vueltas a la situación actual de la educación española. Porque sé que el hecho de que las voces discordantes y los tamtáms de guerra hayan remitido momentáneamente, el monstruo avaricioso del recorte no tardará mucho en reaparecer. Busco información por la Red y encuentro una serie de cifras que me dejan helado: la previsión de ahorro por parte del Gobierno de Aragón con el atornillamiento del cuerpo docente es de aproximadamente cuarenta millones de euros mientras que si uno suma los "apoyos económicos" -y lo de las comillas, por supuesto, es deliberado- que nuestro Gobierno entrega anualmente a los equipos deportivos de élite de la comunidad el resultado son diez millones de euros. Es decir, una cuarta parte de ese capital tan imprescindible como para eliminarlo de la partidas destinadas a colegios e institutos. Lamentable. Y que quede claro, no estamos hablando de promover el deporte de base, no, me refiero a los "realeszaragoza" de las narices y a los "caisdezaragoza". Indignado estoy -qué ganas tenía de escribir esto en una columna-. Vale, ustedes dirán que me he venido un poco arriba con mi hatillo lleno de demagogia. Solamente ofrezco datos, cifras que se pueden comprobar. Bien, tampoco es oro todo lo que reluce dentro del cuerpo de maestros, cada vez que escucho frases como "Esto afectará al futuro de toda una generación" me recuerda a ese personaje de los Simpsons que siempre acababa sus diatribas con un "¿Es que nadie se acuerda de los niños?". A veces cuando uno ve cómo las vestiduras comienzan a rasgarse piensa que quizá estemos más preocupados por nuestros sueldos que por el crecimiento intelectual y educativo del alumnado. Y ese grande y malvado engendro que se llama "concertada", alimentado por el abono que la pérdida del respeto y la capacidad de esfuerzo han suministrado las engoladas propuestas de la administración, ha crecido con el silencioso permiso de muchos de los que ahora se quejan. Esos magníficos arabescos educativos de la Logse y demás ramificaciones, terminaron provocando un fenómeno muy triste: A finales de los noventa demasiados hijos de profesores terminamos en colegios "de curas". Que alguien me expliqué por qué sucedió. Tan inequívoco como el Presidente de Cataluña, bien nacionalista él, asegurándose de que su hijo aprenda español en un privado. Cuánta impostura.


Columna aparecida el jueves 29 de septiembre de 2011 en el Heraldo de Aragón