Albada 252



INSEPARABLES

(31 de Julio de 2011)

La habitación está casi en penumbras y sólo se oye su voz. Indiscutiblemente y desde hace ya un tiempo –precisa el hombre– paso los mejores momentos del día con ella, en su silenciosa y amigable compañía. Lástima que cuando ya atardece siempre se tiene que ir y entonces más que solo me quedo como si estuviera falto de una parte importante de mí mismo, inacabado, vacío.

Alguna madrugada, cuando en invierno paseo bajo los grandes neones de los escaparates de la avenida, o cuando en los insomnios de verano me acerco a la esquina de mi calle y me siento en el banco junto a la farola, vuelve conmigo. Y viene siempre así, sin que la llame, sin citas previas ni excusas. Ella –aquí suspira el hombre–, ella no las necesita nunca, parece segura de saber dónde encontrarme y se presenta de improviso, convencida de que va a ser bien recibida, de que siempre la espero ansioso. Aunque bien es cierto, y esto en confianza se lo digo, que no siempre la encuentro con el mismo humor. Unas veces viene muy discreta y reservada, se queda quieta a mi lado como no queriendo importunarme y entonces me parece dulce, sumisa, casi débil, y no le digo nada, ni me muevo apenas por si se ahuyenta, porque sé que ella, aunque parezca dormida, en gris, apagada, está atenta a cada movimiento que yo hago, y a cada jadeo de mi respiración su pecho vacila al compás del mío. Otras veces, sin embargo, viene a mí alegre, vivaz, rotunda y embebida de colores; es cuando se pega, se estrecha contra mí con descaro y sin miramientos. Entonces, cuando se me ciñe así –ya sabe de mi timidez– me deja desconcertado y al principio no sé qué decirla.

Pero ella es constante, sabe lo que se hace: si me detengo se detiene, si me vuelvo ella me acompaña y vuelve conmigo; es consecuente, nunca engaña. Al final, esté como esté, frágil o resuelta, le confieso que me llena de ternura su entusiasmo por acompañarme. Busco el lugar más tranquilo del parque para estar con ella: nos seguimos con los brazos abiertos y los pasos más lentos, un pie tras otro, como dos equilibristas sobre una cuerda imaginaria, ella adelantándoseme a veces, detrás de mí otras… andamos más deprisa, ya casi corremos… ahora ¡ya corremos! y presiento su sonrisa cuando se me queda atrás. Al final, agotados y felices, nos tiramos sobre el césped; yo entonces me yergo un poco, lo suficiente para inclinarme sobre ella y contemplarla allí tumbada, tan exhausta, tan contenta, tan como yo... tan siempre a mi lado.

Doctor, sé que me han traído aquí porque me creen loco. No lo estoy. Le aseguro, doctor, que tiene ante usted al más cuerdo de los hombres, porque aunque me haya costado heridas el trato con mentirosos y envidiosos, casi ya desesperado he encontrado al fin de quién fiarme, mi compañera, mi amiga inseparable; y sé también que aunque nunca me haya dicho una palabra, ella, mi sombra, se alegra tanto como yo de nuestra mutua, particular y exclusiva compañía.




Hombres que andaban sin parar

“Viajábamos en grupo o individualmente, y en todas direcciones. Hubo quien nunca volvía y quien regresaba dos veces.”


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Hombres que andaban sin parar. Míster Sediento. Lérida. Sícoris Ediciones. 2006.

Canción

Tu modo de caer no dio lugar a error,
nadie confunde el olor de las flores secas.
Tu esencia parecía sortear las sombras
y yo agitando mi red para mariposas.

Así se va.
Todo es tan sobrio.
Jamás se notifica el fin de los veranos.
Y así se escurre,
siempre densa,
hacia el estómago voraz de los espacios.

Tu modo de alejarte fue, sin duda, extraño
aunque lo pienso: ya te habías despedido.
Resulté tan tosca, y tan agrio aquel encuentro
pero algo de ti estaba besando mi frente.

No lo noté.
Es muy discreto.
Al día siguiente empiezas a atar los cabos.
Y así se escurre,
siempre densa,
hacia el estómago voraz de los espacios.


Elisa Berna Martínez

AMORES QUE MATAN

Los enamoramientos. Javier Marías. Alfaguara. 2011. 401 páginas.

Javier Marías (1951) es probablemente el escritor español actual más conocido internacionalmente. Desde su debut literario hace ahora cuarenta años con la novela Los dominios del lobo, ha recorrido una larga e impecable trayectoria literaria y sus libros son hoy traducidos a numerosos idiomas en todo el mundo. Tras su magna obra Tu rostro mañana, dividida en tres libros con un total de más de mil quinientas páginas, el autor madrileño ha publicado recientemente Los enamoramientos, una novela aparentemente más ligera pero perfectamente construida y dotada, tanto en el fondo como en la forma, de una gran modernidad narrativa.

Los enamoramientos está narrada en primera persona por un personaje femenino: la editora María Dolz, una mujer independiente y soltera que suponemos entre los treinta y los cuarenta años de edad. En sus desayunos diarios en una cafetería madrileña, fija su atención en un matrimonio que se muestra siempre muy unido y feliz. Al cabo de unos días, el marido muere asesinado por un vagabundo, en apariencia de manera fortuita y víctima de un fatal error. María visita entonces a la viuda y conoce a Javier Díaz-Valera, uno de los mejores amigos del muerto y, a partir de ese momento, un personaje clave de la novela.

Con su prosa de periodo largo y su gusto por el análisis detallado de las reflexiones y los sentimientos de los personajes, Javier Marías trasciende el melodrama y la novela policiaca en que en algunos momentos aparenta inscribirse la novela. Supera el típico triángulo amoroso que parece sostener la trama y realiza una brillante reflexión sobre el enamoramiento y sus consecuencias, pero también sobre la dificultad que supone siempre conocer la verdad y sobre el amoral procedimiento moderno de conseguir a cualquier precio los fines que se persiguen. Porque, como se dice varias veces en la novela, la mayor parte de los delitos y crímenes cometidos queda sin castigo y de muchos ni siquiera se llega a conocer su existencia.

Por otro lado, hay curiosas apariciones en el relato, como la divertida y muy verosímil del académico Francisco Rico, y bastante ironía en el tratamiento del mundo editorial y de los escritores, con un tal Garay Fontina a la cabeza. Sin embargo, encontramos también magníficas referencias literarias a algunas obras de Balzac, Alejandro Dumas o Shakespeare, que establecen reflexiones y analogías con temas y situaciones tratados en la novela.

Es posible que la escritura de Javier Marías no guste a algunos lectores poco habituados, pero es innegable que hay hoy muy pocos autores en nuestra lengua que escriban tan bien como él lo hace.

Carlos Bravo Suárez

"Noches de BV80" en LA VANGUARDIA


Hoy, día de mi cumpleaños, tengo el placer de presentar mi primer regalo recibido.
Ayer apareció publicada una crítica sobre mi libro "Noches de BV80" en el suplemento CULTURAS de LA VANGUARDIA.

Reproduzco el texto íntegro del artículo:

La transición nocturna - El bar zaragozano BV80, escenario único que reunía lo granado y lo transgresor, lo alternativo e iniciático, revisitado ahora en un libro.

El vórtice subterráneo

Raúl Minchinela

En el nuevo mito de la metrópolis, la cultura sucede en los bares. El espacio público tiene un aspecto diáfano, pero en las calles y plazas no se permiten las sorpresas. La vida urbana no normalizada se desarrolla a media luz y en recinto cerrado; allí toman cuerpo los pequeños avances, despunta el devenir de cada nueva generación. La historia de una ciudad debería incluir la historia de sus bares, pero es un registro disgregado, atomizado. Cada propuesta, cada tribu, cada troupe se desarrolla por separado. Es difícil encontrar un centro neurálgico que relacione y explique, un núcleo donde las cosas nazcan, se muestren y se extiendan. Que permita construir una crónica coherente.

Zaragoza ha resultado tener una de esas piezas reveladoras. Así lo cuenta Noches de BV80, la historia del único bar alternativo en una época de cavas de jazz y discotecas de directo ocasional. El BV80, que estuvo abierto desde 1981 a 1983, presentaba un programa que incluía a diario un concierto por la tarde, una representación de teatro por la noche y una presentación, literaria o pictórica, en el intermedio. Allí confluían el punk incipiente y los grupos de teatro contestatario que demandaban libertades tiznándose la cara con polvo de arroz. Se cruzaban la pintura y la poesía, el rock garajero y el cante jondo. Cada uno con sus tipologías, en una época en la que las diferencias de tribu se solventaban a puño y acero. La transición y la movida condensadas ante la misma barra, con una clientela donde que circulaban “artistas, políticos, intelectuales trasnochados, macarras en tiempo de relax, atracadores, quinquis, putas, teatreros y músicos”; estudiantes de medicina que salían de copas armados con navajas y delincuentes de recorrido que asaltaban empuñando escopetas recortadas. El bar como convergencia pero también como punto de origen: prestaba sus sótanos como local de ensayos, a riesgo -mejor, a condena- de que tumbaran la caja a base de combinados gratis. Allí los grupos nacían, ensayaban, se fogueaban, se mezclaban y se rebautizaban “para que olvidáramos lo malos que eran hace medio año”.

Las mil páginas del volumen reconstruyen, literalmente día a día, lo acontecido y los alrededores. Allí retrata a Los Grifos entrando a tiro limpio la misma noche del golpe de Tejero, vestidos de guardiaciviles, congelando a la concurrencia. Allí anuncia Dionisio Sánchez que tenía a Quini secuestrado “aquí al lado”, para sorpresa de sus verdaderos secuestradores, que estaban en la sala y sabían que, efectivamente, se encontraba a dos calles. Allí tiene sentido la historia del hombre que se empotró contra una comisaría a fin de salvar la vida, para descubrir que no había nadie de guardia; y la del mimo que devuelve el cuchillo a su agresor, un asistente que no soporta bromas y se desquita en caliente. Allí recibieron Sabina y Krahe, en su primera actuación fuera de su feudo en La Mandrágora, una lluvia de calderilla lanzada por jerifaltes. Por allí atraviesan Miguel Ríos, Manolo García, Pepe Carroll, Loquillo o La Polla Records en intervenciones nimias, porque invitados y protagonistas son todos secundarios, sometidos a una historia mayor: la de las inquietudes polarizadas en el único espacio posible, en un vórtice subterráneo. Una encarnación de El espíritu de La Colmena reformulado sobre sexo, drogas y rockanrol.

Abundando en la suma de vida e historia, bastantes personajes del BV80 han terminado con calle o plaza en Zaragoza: el diputado José Antonio Labordeta, el poeta Antonio Fernández Molina, el cantante Mauricio Aznar... Y también Héroes del Silencio: en el BV80 se inició la carrera de Enrique Bunbury, el único español que ha conseguido ser una megaestrella del rock y, en consecuencia, al que menos se le perdona. Precisamente son los Héroes los que dan dimensión a las consecuencias del BV80, porque el público de rock se curtió allí, y luego pudo inundar una ciudad entera. El libro esconde las claves para iniciar una dinámica histórica, a sabiendas de que incluye la ruina económica. La historia de una ciudad es la historia de sus bares, pero ser un bar nuclear no garantiza el legado: el BV80 había sido borrado. Los cronistas reubicaban sus conciertos y sus sucesos en otros rincones. Había terminado olvidado, como las decenas de bandas que acogió, desde Aborígenes del Cemento -centrales en la historia del bar- hasta 319008, el grupo que tomaba el nombre del número de teléfono de la madre del cantante. Los bares son historia, pero una que no deja ruinas. La cultura urbana termina siendo sólo historias. Que cuando hay suerte, confluyen en una sola.

más info:
http://minchinela.com/blog/2011/07/27/vortices-urbanos-en-el-culturas/
http://minchinela.com/blog/2010/09/07/noches-de-bv-80/

YO PECADOR


FOTOS DEL RODAJE DEL NUEVO CORTO DE VALTUEÑA "YO PECADOR".
Se trata de un corto para crear polémica. Y la provocará.
Avisaremos de la fecha del estreno.
Desde aquí damos las gracias a todas las personas que han colaborado en su realización, por su interés y buen rollo: Miren, Julio, Sue, Raúl, Marta, Cristina, Paco, Sonia, Octavio, Juan Luis, El Jota, Manuel, Pajares, Inchusta, Marisa, Rafa, Beatriz, Don José, Fernando, Esperanza, y Lucio.
[Fotos: Marisa Lanca]



















Albada 251



MERECIDAS VACACIONES

(24 de Julio de 2011)


Volvemos a la misma conversación durante la comida del día siguiente y de nuevo no nos ponemos de acuerdo. Por la mañana apenas tenemos tiempo de cruzarnos dos palabras; mi mujer, que entra más tarde al trabajo, aún duerme cuando apago el despertador. Seguramente estará arreglándose frente al gran espejo de nuestro cuarto de baño mientras yo ya estoy llegando a la oficina, puntual como siempre, para la primera reunión del día.

Sentados a la mesa, ella intenta distraerme comentando alguna noticia que oye en la televisión, o la última tontería de su jefe. Le sirve de bien poco: después de un momento de duda he sacado de nuevo el tema, justamente delante del plato de minivolovanes con salmón ahumado y las cazuelitas de gambas con salsa de vainilla (ya llevamos tiempo con el régimen del famoso Dr. Dukan, juntos por supuesto, por aquello de que una pactada pragmática solidaridad es más efectiva, económica y razonable... ya se lo dejé bien claro así a mi mujer cuando se negaba a seguirlo conmigo). Casi ya terminando con la tartaleta de zanahoria la conversación ha llegado a tal punto que no tiene vuelta atrás. Dadas las fechas en las que nos encontramos y estando todavía sin decidir cuándo ni dónde nos vamos de vacaciones, le digo que esto no puede seguir así, que hay que hacer las cosas bien, seguir un orden (siempre un sistema, un método es imprescindible), huir de las improvisaciones que sólo te llevan a desagradables sorpresas de última hora… hay que sacar billetes, buscar hoteles, estudiar las guías, elegir ciudades e itinerarios, que ya no hay tiempo… ella no atiende... no nos ponemos de acuerdo. Estoy algo nervioso, lo reconozco, y sin pensarlo más, como un estúpido, voy y le planteo el absurdo ultimátum: si tú no quieres ir de vacaciones, me iré yo solo.

Lo “malo” no es que entonces sí llega el acuerdo; lo “peor” es el imprevisible y doloroso asombro al escucharla decir que es lo mejor, porque a ella cada año le cansan más, le aburren terriblemente, cada vez más, nuestras vacaciones... y todo eso diciéndomelo como si nada, incluso casi, -ahora lo pienso pero no estoy seguro-, con una tímida sonrisa, mientras recoge despacio los platos, dobla tranquila las servilletas…

Me decepciona pero no le digo nada, quizás por la rabia de no salirme con la mía, tal vez por la sorpresa de su reacción...o, seguramente, por no querer saber más de lo que en aquel momento ni intuyo. Definitivamente no le pregunto nada; me levanto de la mesa y me marcho para hacer mis 26 minutos justos de siesta (según el informe reciente de la NASA este periodo es el necesario para mejorar en un 34% el rendimiento durante el día y conseguir una inmejorable digestión).

Y ahora estoy aquí, con un jet-lag de impresión atornillándome las sienes, mirando como un bobo mi maleta deshecha y las perchas bailando como esqueletos de fantasmas en el fondo del armario empotrado de esta habitación de hotel; de esta habitación de hotel grande, demasiado grande como su cama. Antes de bajar al restaurante, rescato el móvil del bolsillo pero ella no contesta.

Ceno sin hambre y sin régimen Dukan compartido frente a un mar que tú no miras conmigo. De nuevo en la habitación recoloco, reordeno mis cosas... cansado de estar solo, aburrido de estar sin ti... preguntándome de pronto todo lo que no me atreví a peguntarte en casa. Vuelvo a buscar el móvil pero me detengo a tiempo. A tiempo de mirar el cielo anochecido de esta ciudad desconocida y comprender al fin; a tiempo para poder llegar a esbozar una sonrisa y mandarte un mensaje definitivo, sin método ni orden: “Querida, feliz descanso de mí, felices y merecidas vacaciones de mí, te quiero”

EL TEATRO DE DON DELILLO

Teatro. Don DeLillo. Seix Barral. 2011. 349 páginas.

Entre su primera novela, Americana (1971), y la última, Punto Omega (2011) –reseñada no hace mucho en esta sección-, han transcurrido cuarenta años y más de una quincena de narraciones. Don DeLillo es uno de los más importantes escritores estadounidenses de los últimos tiempos. Es sobre todo novelista y narrador, pero también ha publicado algún ensayo y varias obras de teatro. Su producción teatral ha sido recientemente traducida al español y reunida en un solo libro que acaba de ser editado en nuestro país.

Teatro contiene las cinco obras teatrales escritas y estrenadas por Don DeLillo hasta la fecha. La más antigua data de 1986 y la más reciente del año 2006. Tres de ellas -La habitación blanca, Valparaíso y Sangre de amor engañado- son obras largas; las otras dos -El arrebato del deportista en su asunción al cielo y El misterio en mitad de la vida ordinaria- son brevísimos textos de sorprendente intensidad cuya representación debe durar solamente un minuto.

Abre el libro La habitación blanca, una magnífica comedia negra de estructura circular que presenta un inquietante y ambiguo juego de falsas identidades que desorienta por completo al lector. Mientras que en el primer acto, las ambigüedades y equívocos sucesivos se producen entre los médicos y los pacientes de un hospital psiquiátrico; en el segundo, ese juego deriva hacia una reflexión sobre el teatro y la vida, mezclando ambas cosas de manera tan indiscriminada que somos incapaces de diferenciar entre los personajes de verdad y aquellos que simplemente están representando un papel. Hay en ese juego de identidades algunas similitudes con el teatro de Pirandello, pero también se aprecian en la obra muchas características del llamado teatro del absurdo.

Valparaíso, cuya representación no parece del todo fácil, es una parodia hiperbólica y crítica sobre la presencia obsesiva de los medios de comunicación en nuestras vidas (“La vida fuera de las cámaras es inverificable”). Tiene en muchos momentos una cierta carga erótica y su contenido de fondo es pesimista y desencantado. La palabra clave del hombre que busca su propia y durísima verdad en la vida es la palabra caducidad. Sangre de amor engañado, que toma su título de uno de los nombres populares ingleses de la flor que en español se denomina amaranto, es una intensa y profunda obra que trata principalmente sobre la eutanasia.

Conocíamos a Don DeLillo como novelista, este libro nos permite acercarnos al DeLillo dramaturgo. Un autor cuyas obras teatrales, tanto en la forma como en el contenido, están impregnadas de la mejor modernidad.

Carlos Bravo Suárez

Desvíos y engranajes:

El hambre es un problema político, entrevista con Olivier de Schutter
Choque de clases de Moisés Naím
El poder y las palabras de Juan Manuel Aragüés
Capital europea del paro de Juan Luis Saldaña
La primera constitución participativa de Ellen Albertsdóttir


Hechos notables

Mi abuelo materno anotaba la fecha del primer día de uso en el sobre que envolvía individualmente las hojas de afeitar (IBERIA).

Oí contar a mi padre varias veces que un tío suyo se echaba alcohol en los ojos todas las mañanas para fortalecerlos.

A mediados de los sesenta me perdí durante una prospección ornitológica por el Delta del Ebro dada la inexistencia de indicadores y la similitud de los caminos. Entré en un par de poblachos sin nombre con la esperanza de que pudieran orientarme pero no lo conseguí; sus habitantes (mujeres y viejos, a aquella hora del día) corrieron despavoridos a encerrarse en sus barracas al ver aparecer nuestro coche.

En Monegros, en 1982, un pastor al que le mostramos las ilustraciones de un manual de ornitología de campo para ver si identificaba algunas aves rapaces diurnas que sospechábamos podían nidificar en la zona respondió, rápido, sin inmutarse, que pájaros tan pequeños no los había por allí.

Y, en Valdepeñas de Jaén, en 1986, tras irrumpir en la plaza dos coches de ornitólogos alemanes y bajarse de los mismos cinco de ellos hablando en su lengua, se pudo oír a un crío del pueblo, cuando me dirigí en español a uno de los alemanes bilingües, proferir un grito tranquilizador: ¡son humanos!

La voz de Javier Lostalé



A Javier Lostalé uno lo conoció en su voz. Durante muchos años fue la voz de “El ojo crítico”, el programa cultural de RNE. Una de esas voces con tanta distinción que consiguen que olvidemos que hay un cuerpo detrás. Luego Javier Lostalé formó tándem con Ignacio Elguero en otro programa de difusión cultural, “La estación azul”, éste dedicado exclusivamente a la poesía. Por entonces, uno, no sólo le había puesto cuerpo a la voz, sino que sabía que Javier Lostalé tenía una obra poética de primer nivel, en la senda del Valente más luminoso, del Gamoneda menos roto o del Brines más sensorial.

Javier Lostalé es uno de esos poetas cuidadosos y serenos, atentos al detalle, que nunca ha caído en premuras y excesos. Seis títulos jalonan una trayectoria poética de treinta y cinco años que sólo se puso en marcha cuando los mimbres estaban bien perfilados. El magisterio de Vicente Aleixandre, un acendrado poso rilkeano, cierto tono de Juan Ramón Jiménez, la lectura de contemporáneos y compañeros en el mismo o parecido viaje. Jimmy Jimmy (1976), Figura en el paseo marítimo (1981), La rosa inclinada (1995), Hondo es el resplandor (1998), La estación azul (1998-2001), todos reunidos en 2001 como La rosa inclinada. Los libros justos, nada sobra. Leerlos descubre una acusada personalidad poética marcada por las ideas más sustanciales y determinantes en la historia de casi todo: verdad, bondad y belleza. Y en su último libro, Tormenta transparente, publicado por la editorial Calambur con su habitual elegancia, no podía cambiar el rumbo. Mantiene esa tensión, con el amor como desencadenante principal. Pero no un amor carnal, sino una idea de amor, siempre inédita, que se prolonga en ese espacio privilegiado que es el poema, entre los sentidos y la emoción, entre la escritura y lo no dicho.

“Todas las noches de tormenta/ se abren las esclusas de tu memoria (…) Sin moverte respiras entonces/ el misterio primero” leemos en “Parálisis”, uno de los poemas de Tormenta transparente. Versos que condensan la poética de un autor que entiende la poesía como temblor lírico, como arranque de un no sé qué, ese misterio primero, entre la contemplación y la memoria. La poesía se desvela. Hay que estar atento a lo que ocurre. Una noche de tormenta que es uno mismo. Un paisaje emocional, transparente para ser visto, transido de esa vida que la escritura constituye. “Escribo porque me salva, porque es lo único que me queda, porque fija un sonido, unas luces, el final de un acto de amor, el escenario de unas horas de deseo”, confesó Javier Lostalé en el conmovedor poema con el que abría La rosa inclinada. La escritura poética como sentido, como umbral, como posibilidad, como deseo, aunque sea engaño, aunque sea ruina, ceniza. “Escribo porque nunca fue más bello el engaño” terminaba su confesión el poeta. Y cierra su magnífico Tormenta transparente con estos versos: “El horizonte de este poema/ es ya, amor, tu misma lumbre sostenida,/ el resplandor de tu ceniza./ Y el escribirlo ha sido, amor, sellar contigo mi único destino”. El resplandor de la ceniza, ahí también; la poesía de una de las voces más notables de la lírica española contemporánea.

(reseña publicada en el suplemento Artes y Letras de Heraldo de Aragón el 24 de marzo de 2011)

Guía

De entre todas las alternativas, esta noche
he preferido extrañarte.
Asir tu mano guía,
tragar tu voz linterna,
peinar tus ojos tabla
repelente de naufragios.

Elisa Berna Martínez

LA BELLEZA HELADA


Ibón Blanco de Literola (2740 m.). Valle de Benasque. Foto tomada ayer, 18 de julio de 2011, a las 14 horas.

Verano = Libros + Vacaciones

Escuchamos en Radio Zaragoza 2 las recomendaciones literarias de Daniel Nesquens para este verano. Hemos buscado el podcast para enlazar el link, pero no ha habido suerte.
En cualquier caso, aquí van:

RECOMENDACIONES LITERARIAS:

Knockemstiff, de Donald Ray Pollock (ed. Libros del Silencio.)
Romance en París, de Frankz Hessel (ed. Errata Naturae.)
En el condado de Grouse, de Tom Drury (ed. 451 Editores.)
En medio de todo, de Julio José Ordovás (ed. Eclipsados.)

FELICES LECTURAS VERANIEGAS!


OLOR A SALITRE

Qué lástima que estés llamando
a la puerta, ahora
que había plantado un árbol
y sé domesticar a los lagartos de cristal,

déjame una hora
porque quiero encontrar el libro
preferido, el arroyo de la pena, olor a salitre,
nena, pena, nena, estás perdida, la voz de los amigos, a mar verde,
que emprendieron hace tiempo el viaje,

visitar una vieja pensión
en la que amé adolescente y vano,
y descubrí a una prostituta leyendo
la Biblia, follar ahora, decía,

en la rama del álamo nocturno cantaban un delfín traidor
y un recuerdo.

Cuando se ama, infeliz y médico, todo se resuelve, pistolero, Zapata,
pasa, adelante, ¿quieres
un café?, yo lo tomo
con vodka, a veces, cuando estoy apesadumbrado.
Lo siento, cariño, no he limpiado la vajilla
ni cambiado las sábanas,

me limito a soñar, he pesado en la balanza lo que cuesta la vida,
nada, arena, papel, los amigos.

Me dice que volverá más tarde, cuando
aprenda gramática, tú o yo,
tengo que telefonear para decir que amo a mucha gente.


Un poema de José Luis Rodríguez García, perteneciente a su nuevo libro, Vidrio y alambre, publicado por la editorial Eclipsados. Un libro sobre el tiempo y sus sombras, sobre la innombrable presencia de la pérdida y el dolor. Un libro cuya lectura no deja indemne, que habla de cerca atando con alambre a eso que cada uno refleja en los vidrios cotidianos. Un libro intenso, magnífico y triste.

Confusión




Creía que era Castilla del Pino
a quien fotografiaba en este
grupo de amigos.




Envuelto para relato


Hasta el 29 de julio hay descuento para todo aquel que se inscriba en estas jornadas en las que participará Daniel Nesquens y que tendrán lugar los días 23 y 24 de septiembre en Zaragoza. Todos los detalles (entre ellos, el resto de participantes: Nesquens estará muy bien acompañado!) en la web de Envuelto para relato.

LA ERMITA DE SAN ADRIÁN EN EL TURBÓN



No hace mucho que escribí en estas mismas páginas un artículo titulado “Una ruta románica por el valle de Bardají”. En él, me refería principalmente a las iglesias de los pueblos de este pequeño valle ribagorzano situado en la vertiente izquierda del río Ésera. Al describir la iglesia parroquial de Llert, señalé que durante algún tiempo se guardó en su interior una talla de madera del siglo XIV dedicada a San Adrián. Esta escultura procedía de la ermita de ese nombre cuyas ruinas aún pueden verse en la parte alta del macizo del Turbón, no lejos de la cima de esta mítica montaña. Para proteger su seguridad en los años en que Eric el Belga robaba a sus anchas por estas tierras, la talla fue trasladada al Museo Diocesano de Barbastro, donde hoy se encuentra.

Las ruinas de la ermita de San Adrián se hallan a dos mil metros de altura, lo que probablemente convierte a esta ermita en la situada en el punto más elevado de todo nuestro Pirineo. Por encima incluso de los restos de las ermitas románicas de los antiguos hospitales de Santa Cristina, en Canfranc, o de Gorgutes, junto al actual hospital de los Llanos en Benasque.

En los últimos años, con mis amigos del Centro Excursionista de la Ribagorza, he ascendido al Turbón en numerosas ocasiones. La última, hace unas semanas, en una travesía norte-sur que nos llevó desde la pequeña aldea de La Muria hasta la población balnearia de Las Vilas. En ese largo itinerario, tras pasar por Selvaplana y el puerto de la Muria, iniciamos la subida por la llamada canal de San Adrián, que tal vez sería más apropiado llamar valle. En esta hondonada ascendente, que convierte al Turbón en una montaña menos compacta de lo que asemeja desde el sur, se encuentran, aproximadamente a mitad de su recorrido, los escasos pero visibles restos de la ermita de San Adrián, en la margen derecha del barranco homónimo.

Hace unos años, la limpieza de sus contornos permitió distinguir con claridad el perímetro y una parte de los muros de esta antigua ermita medieval de estilo románico. Es en su cabecera donde pueden observarse cinco o seis hileras de sillares algo toscos pero bastante bien alineados que configuran la parte mejor conservada de la construcción. Con su ábside preceptivamente orientado al este, se trata de una nave rectangular, de la que se conserva también una pequeña ventana orientada al sur. Junto a la ermita manan las aguas siempre heladas y terrosas de la llamada fuente fosca o fuente de la iglesieta. A medida que ascendemos por la canal de San Adrián, podemos observar con mayor perspectiva la silueta perimetral de la vieja ermita.

Según la documentación medieval recogida por el padre fray Ramón de Huesca en su “Teatro histórico de las iglesias del reyno de Aragón” de 1807, fue Gaufrido, obispo de Roda-Barbastro entre 1135 y 1143, quien en el año 1140 consagró la iglesia de San Adrián en las elevaciones del monte Turbón. El templo habría sido construido por un monje ermitaño llamado Pedro que, en 1138, habría llegado desde el monasterio de San Victorián de Asán para santificar estas elevadas tierras, que probablemente tuvieran ya entonces fama de ser frecuentadas por las brujas. El cronista foncense decimonónico Joaquín Manuel de Moner y de Ciscar cree que el ermitaño Pedro había sido antes abad de San Victorián y considera, estirando algo las fechas de la guerra contra los musulmanes, a este escondido reducto como una Covadonga ribagorzana. El excursionista rotense Pedro (o Pere) Pach señala, en un artículo publicado en Barcelona a principios del siglo XX, que nadie antes se había atrevido a vivir en un sitio tan frío e inhóspito durante todo el invierno y que se contaba que, paradójicamente, los cánticos y las oraciones del anacoreta eran confundidos por quienes los oían con voces y lamentos de brujas y demonios.

Como se ha dicho, una talla gótica de madera, procedente de esta ermita y probablemente originaria de la segunda mitad del siglo XIV, se encuentra hoy en el museo diocesano de Barbastro, tras permanecer largo tiempo y hasta hace unas décadas en la iglesia parroquial de Llert. De factura muy popular, suponemos que representa a San Adrián más por el nombre de la ermita de procedencia que por ningún motivo iconográfico que nos permita asegurarlo. Del catálogo de la exposición Lux Ripacurtiae II, dedicada al arte sacro medieval y celebrada en Graus en 1998, transcribo esta precisa descripción de la talla escrita por don Manuel Iglesias Costa: “La talla en aceptable estado de conservación, pese a algún indicio de haber estado expuesta al fuego, se muestra en posición erguida portando el libro de los evangelios en su mano izquierda. Su mano derecha, hoy desaparecida, pudo estar en actitud de bendecir o sosteniendo algún atributo. La figura cubre su cabeza con un bonete azul enriquecido con elementos dorados, y viste casulla color salmón sobre alba verde que no llega a cubrir los pies calzados con zapatos puntiagudos. Estos hábitos sacerdotales aparecen ornados con una decoración dorada a base de corazones enlazados y grecas realizada mediante plantillas. Todo ello parece fruto de algún repinte posterior que debió transformar su policromía original, de la que se vislumbra algún resto de dorado. A esta escasez de detalles iconográficos, se suma una notable sencillez de recursos plásticos. Los finos labios, el somero tratamiento de ojos y cejas, la barba sin bigote, como único rasgo individualizador, y la media melena de cabello negro confieren a su rostro una expresión severa a tono con su posición hierática y evidente frontalidad. Todo ello, unido a la indumentaria, le imprimen un cierto aire oriental. Tan solo la leve insinuación en su casulla de los pliegues en forma de V aportan un tímido naturalismo.”

A las ruinas de la ermita de San Adrián en el Turbón se puede llegar desde La Muria pero también desde Llert y Esterún, pasando por el refugio de la Margalida. Las ruinas se encuentran dentro del actual municipio ribagorzano de Valle de Bardají, por lo que constituyen un último eslabón, más elevado y lejano, de la ruta románica que dentro de este término municipal propusimos en estas páginas hace unas semanas.

Carlos Bravo Suárez

Imágenes: Ruinas de la ermita de San Adrián en el Turbón, las ruinas vistas desde lejos -dos fotos-, la canal de San Adrián con los restos de la ermita a la derecha, la cara norte del Turbón y la talla gótica de San Adrián conservada en el museo diocesano de Barbastro.

Artículo publicado en Diario del Alto Aragón.