se desvía
número cuarenta y tres

Alain Delon en El Samurái (1967) de Jean-Pierre Melville,
titulada en España El silencio de un hombre, con una maravillosa luz recreada por el superfotógrafo Henri Decae.


ESTAFA RETROACTIVA EN LA LEY ANTITABACO


Columna publicada en El Periódico de Aragón
. Miércoles 30 de Marzo de 2011

Cartas al director
LEY ANTITABACO.- "Estafa retroactiva"
José M. Blasco Valtueña. María de Huerva (Zaragoza)


Los propietarios de locales de ocio que se inauguren con esta ley antifumadores saben a qué se atienen. Los que abrieron en su día, los que invirtieron un gran capital de sus bolsillos para crear trabajo y, por lo tanto, riqueza, o sea, beneficios, porque esos locales reunían una serie de condiciones de negocio, deberían sentirse estafados por el gobierno.
Esas grandes inversiones en unos negocios cuyas directrices estaban claras no rentan ni se amortizan con ese cafelito, ese poleo menta o incluso ese gintonic que se toman un día a la semana la mayoría de esos no fumadores, que ahora se encuentran como en el cielo en lugares que no les pueden pertenecer ni siquiera espiritualmente, porque no los mantienen. Y encima se comerán gratis esos platitos de kikos previstos para contentar a los sufridores.
El hostelero, el empresario tiene derecho a elegir a qué tipo de clientela está dirigido su negocio, ya que en su momento por ello pagó su tipo de local, su situación, su decorado, sus determinados permisos y sus impuestos, que además crecen cada año. Con esta ley le han estafado retroactivamente, es una expropiación de derecho de negocio.

Es cierto que lo no legal, eso de lo que no saca provecho el gobierno, es ilegal venderlo y consumirlo en los locales de ocio. España es el país donde más cocaína se consume de toda Europa. Y no se consume en la calle. El tabaco sí es legal, es un producto para el ocio y se vende en locales de ocio.

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=658969

2 de abril

Está previsto un nuevo avistamiento nesquensiano el próximo 2 de abril.
Al menos, eso dicen los de ADN...
Y nada más y nada menos... ¡¡que presentando otro libro!!
De los hasta (casi) 100 bichos existentes, el nesquens debe ser uno de los más atareados!!

Blanca Vázquez escribe sobre Miquel Silvestre y Beatitud.


Decía Vicente Muñoz Álvarez, uno de los impulsores de Beatitud, visiones de la beat generation, a propósito de Miquel Silvestre (uno de los visionarios del libro) que además de un excelente escritor es un motero empedernido. No queda nada mal una moto en el paisaje de cualquier Instituto Cervantes, quitando cierta polilla a estos serios vigilantes del castellano. Concretamente en la Piazza Navonna de Roma, ciudad abierta, el alicantino del 68, Miquel Silvestre, se ha metido de lleno con su “princesa”, su rocinante del camino, y ha triunfado con Un millón de piedras, contando, en una segunda edición, su última aventura por África. Unas memorias de África del siglo XXI: reales, de esas de mascar polvo, camas de chinches, sobornos en las fronteras, cambios radicales de paisaje, bandidos, antílopes y sobre todo valentía y curiosidad. Cualquiera podría hablar de sus anécdotas viajeras, te preguntarás lector, pero no cualquiera podría contarlo como lo hace Silvestre. Y es que este escritor lleva ya a su espalda varias novelas, obras de teatro, cuentos, antologías, reportajes periodísticos y claro, crónicas viajeras.
Su relato On the (soviet) road, perteneciente al arriba mencionado Beatitud (VVAA), nos dejó con un buen sabor de boca y descubrimos su secreto, ese humor tan particular. Por ello os vamos a contar pronto lo que nos ha entusiasmado Un millón de piedras. Catorce países africanos en 208 páginas, nada menos.
"Sin dejar de ser radicalmente sincero y sin dejar de contar la realidad africana tal como yo la vi, que es muy dura, no pretendo ni dar lecciones morales ni hacer ningún tipo de glorificación del personaje porque no soy ningún héroe", comentó el autor en la presentación del libro en la capital italiana. Todo un beat que nos demuestra que hay que quitarse los miedos y prejuicios y salir a los caminos, que la aventura nos espera. Y nosotros tenemos muchas ganas ya de empezar la primera página.
¿La próxima aventura de este estupendo escritor trotamundos? Nada menos que una vuelta al mundo desde Nueva York hasta Finisterre. Por favor Miquel, ¿me puedes llevar en uno de los maleteros de Princesa?, ocupo poco, ¡en serio!
Publicado el Jueves 10 de marzo de 2011, a las 09:20
Blanca Vázquez - laRepúblicaCultural.es
http://www.larepublicacultural.es/article3957.html

Hojas de acebuche


Geórgicas, vv.298-314

Cuida que a poniente las viñas no te miren
ni plantes avellanos por medio de las vides,
ni escojas los vástagos más altos, o bien,
no podes los esquejes de la copa (tanto es
su amor a la tierra), ni con el romo podón
los pámpanos lastimes, ni plantes intercalados
troncos de acebuche. Pues más de una vez
a los pastores cuando están desprevenidos
se les escapa el fuego, que se mete primero
escondido debajo de la untosa corteza
y se propaga todo alrededor del tronco
y la llama al saltar a las hojas más altas
provoca un tremendo estallido en el cielo;
sigue desde allí y se apodera de las ramas
y reina por las altas copas y el bosque entero
envuelve con las flamas, y al cielo negra nube
arroja engordada de espesa resina,
sobre todo si se echa encima la tormenta,
y se revuelve el viento que aviva los incendios.
Cuando esto sucede no se nutren las vides
de la raíz ni pueden si se podan revivir,
ni salir otras nuevas en esa misma tierra;
se salva, con sus hojas de hiel, el acebuche.

¿Estás preparado?

POESÍA COMESTIBLE. 21 de marzo de 2011. Día Mundial de la Poesía

BEATITUD en GQ.


GQ se hace eco de Beatitud. Visiones de la Beat Generation a raíz de la película Howl que se estrenará próximamente. Una buena noticia para todos los amantes de la generación Beat y para todos los que tengan interés por acercarse a esta generación de escritores fundamental para entender la literatura contemporánea.

Una semana de músicos, nervios y poetas

Grande Pajares y su grupo Experimentos en el Terror, en ese comienzo de semana nerviosa, que para nosotros se inició el mismo viernes 18, cuando nos regalaban un gran concierto en el Arena Rock. Abrió fuego, dulce fuego, el grupo My Beloved Death, compuesto el día de autos por una parejita encantadoramente siniestra, Damasius y Elodia, que hacen una música siniestramente encantadora.

My Beloved Death

Todo estupendo. Mucha gente, pero más de la mitad sólo disfrutó de la mitad del concierto: el tiempo correspondiente a la otra mitad lo pasaban en la calle fumando. Nosotros, como si no bebemos podemos pasar sin fumar, aún gozamos de una hora seguida. Pero, como nos cabrea estar en un bar sin beber, lamentándolo en el alma, dejamos abandonados a nuestros "chicos del Terror" en el escenario.
Experimentos en el Terror

Para relajarnos, pensando en lo que preparábamos que, por tanto, aún debía de llegar, el lunes asistimos en el Ámbito Cultural a la presentación de "Aragón sin empalmes", libro escrito "cabecica a cabecica" por mis queridos Carbonell y Koipesol, con los que echamos unas risas.
Y llegó el día:
A Marisa Lanca (la otra del nosotros), mi mujer y santa esposa, le ofrecen publicar un libro cartonero de poemas con la editorial Cartonerita Niñabonita. Se ve encantada, dice que sí, y lo titula "Acerca de mis amantes". ¡Toma castaña!

Como este rollo cartonero nació en lo underground, en las favelas, aunque enseguida se adoptó en lo del corralito argentino, pues que se ha hecho muy deseado, aun habiendo pasado de lo underground al capricho, por la intelectualidad de todo país pudiente con capacidad para publicar en tapa dura y pliegos cosidos con hilo. ¿Que qué es un libro cartonero? Se trata de un puñado de folios con fotocopia de texto e ilustraciones, como los antiguos fanzines, grapados a unas tapas. Sólo que en este caso las tapas se recortan en el cartón de cualquier caja de embalar y la portada se rotula y decora a mano. Una vez fabricado el libro, venía lo de la presentación y, por lo ya contado, debía ser apropiada. Cuantos más años nos caen, más subversivos. Pasamos de centros oficial o políticamente correctos. Decidimos homenajear con esa presentación al restaurante cafetería Kresala 2, local grande y acogedor, uno de los primeros insumisos de España con la ley antifumadores y el primero que lo fue en Zaragoza. Por el sitio elegido, nos temíamos que el local se pusiera hasta las cachas o que no viniese ni dios.

David Giménez, Margarita Barbáchano, Marisa Lanca y Juan Luis Saldaña

Fue el miércoles 23. No se petó. Vino la gente adecuada: amigos, conocidos y desconocidos. Y lo pasamos muy bien. Una fiesta emotiva y más divertida de lo habitual en estos actos, por culpa de los presentadores: David, Juan Luis y Margarita, incluida la comulganta, incluido el espontáneo Luis Cebrián, que estuvieron de 10. El editor hizo corto con los cuarenta y cinco "Acerca de mis amantes" expuestos, y unos cuantos de los presentes se quedaron por el momento sin poder disfrutarlo.
¡Qué semanita de nervios!

Luis Cebrián

Al día siguiente, jueves, con todas las neuronas ya en su sitio, para que terminaran de soldarse nos trasladamos a Casetas y entramos en un lugar mágico: un bar, "Vinos Chueca".


En Vinos Chueca

Presentaban un librillo de poemas embaucador "Perico Fernández que estás en los cielos", escrito también "a dos" por mis hijos-padres adoptivos Octavio Gómez Milián y Juan Luis Saldaña. Allí sí que nos tomamos una copa, sin saber muy bien si nos encontrábamos en Paris, en Casetas o en Viena. Estuvimos en la gloria, recitaron y cantaron, todos tan deputamadre como siempre, Octavio, Juan Luis y El Gran Bob, propietario de ese local idílico. Por cierto, prepara una colección preciosa de disco-libros cartoneros de los cuales nos hemos quedado 2 antes de salir a la luz, que también le produce el cartonerito David Giménez.
Un día después, con todo el acelerón Kresala2 ya olvidado, asistimos a la presentación del libro "Paseo en bicicleta" de Antón Castro en el Teatro Principal, donde nos codeamos con las flores y las matas de las artes y las letras. Luego, a la Manifa contra el maltrato animal, junto a los siniestros punkarras Ignacio y Marian y otros, de Experimentos en el Terror. Con ellos comenzamos y con ellos cerramos esta crónica. Con copas y, por supuesto, tabaco.

Profundidad de los hoyos



Geórgicas, II, 288–297

Quizá preguntes cómo de hondo es el hoyo.
Yo me atrevería incluso a plantar cepas
en un surco liviano; el árbol que es alto
se hunde más en tierra, y el que más la encina,
que se estira tanto al cielo con la copa
como a la región del Tártaro con la raíz.
Así no la arranca el invierno, las lluvias,
las ráfagas de viento: inmóvil permanece,
a muchos descendientes sobrevive, ve a muchas
generaciones de hombres pasar mientras perdura,
y extiende por doquiera sus ramas vigorosas,
y en el centro sostiene una sombra inabarcable.

Creación de un viñedo


Con estas previsiones, recuerda dejar
la tierra que se cueza, romper los montes grandes
con hoyas y las glebas volteadas exponerlas
al viento Aquilón, mucho antes de que plantes
la estirpe poderosa de la vid. Blando suelo
reclaman las mejores cepas. La escarcha fría
y el viento lo procuran, y el recio cavador
que mueve de la tierra deshecha las yugadas.
Pero aquel labrador al que nada se le escapa
busca con tiempo un sitio donde plantar luego
sarmientos en hilera, un suelo parecido
a aquel en que arrimó a los árboles plantones,
para que no extrañen el cambio de la madre.
En las cortezas marcan la orientación del cielo
y restauran así la posición de cada una,
la parte que aguantaba los calores del sur
y la que vuelta estaba de espaldas al norte:
hace mucho el hábito cuando están tiernas.
Has de averiguar primero si es mejor
poner la vid en faldas o en terreno llano.
Si en campos de tierra crasa quieres vendimia,
planta los brotes juntos, que no es más lento Baco
en cepas apretadas; si el suelo se empina
en lomas y colinas de cuestas muy tendidas,
espacia las hileras, ponlas al tresbolillo,
que cuadre al cortarse la hilera con la calle.
Así ocurre a menudo en las grandes batallas,
cuando una legión que formaba en columna
despliega las cohortes y las tropas ocupan
las anchuras del campo, y las rectas escuadras
y la tierra entera se ensancha y se ondula
de bronces que al abrirse resplandecen, en tanto
aún no se han revuelto en terrible combate,
y Marte, indeciso, pasea entre las armas.
Que la separación se ajuste entre las calles
a la misma medida, no por que alimente
la hermosa perspectiva un corazón vacío,
sino porque la tierra no de otra manera
dará la misma fuerza a todas, ni los sarmientos
podrán desparramarse por el espacio libre.

El hombre de la gorra


Exposición de Ruven Afanador en Sevilla.
Fotografía de González Alba



Al hombre de la gorra
lo engulló por fin la lluvia.
Una tarde de agosto.
Hace ya muchas lluvias.
Y dejó de quemarme la piel
el examen cauteloso de su mirada,
anegado -quizá- el juicio
por el agua sorpresiva del verano.
El hombre de la gorra
poco a poco fue encogiendo,
no concebían sus manos
ríos ni lágrimas.
Me miraba asustado
y yo estiraba
mi cuerpo divertido hasta las nubes.
Grande.
Grande.
Y él tan diminuto.
Gimoteando.


Al hombre de la gorra no volví a verlo.
Dejó apenas un rastro sucio.
Y su gorra.

(c) Elisa Berna Martínez

Albada 235

(Bett ilust.)
HORA PERDIDA


(27 de marzo de 2011)

Cuenta la historia que en la Ciudad de las Horas Perdidas desde el amanecer pululan por las aceras de sus amplias avenidas –cavilosos, abstraídos– físicos y astrónomos solitarios, y que de vez en cuando se paran y forman grupos de tres, cinco y hasta de siete sabios; entonces, todos disertan metódicamente y por riguroso turno sobre El Tiempo, sobre su inmanencia estática, sobre la dificultad para pensar su esencia, para atrapar sus átomos… y tanta pasión les despierta el escurridizo tema que no se dispersan hasta ya bien entrado el día, cuando el hambre les apremia…

Un poco más allá, en el fondo de los portales de las grandes casas, se oyen ruidos de máquinas y extraños engranajes que amortiguan exclamaciones y algunos juramentos. De toda época y procedencia se ve a los relojeros bregar con sus máquinas, midiendo azacanados cuál mide con más precisión “lo intangible”. El italiano Dondi, el alemán Henlein, Huygens el holandés o el francés Berthoud… se afanan incansables sobre sus fabulosos inventos. Un sordo y acompasado tic-tac de cientos de máquinas llega hasta la calle, la llena y continúa repitiéndose mucho tiempo después bajo el eco de las clepsidras junto al molino del río.

Como si fuera una réplica de la fabulosa Babilonia, tiene la Ciudad de las Horas Perdidas hermosos jardines en las azoteas. En la más alta terraza se ve a Einstein, placidamente recostado bajo la sombra del cerezo: escucha a Platón y a San Agustín discursear sobre La Eternidad. Al fondo, bajo los magnolios y la atenta mirada de Epicuro, Nietzsche y Schopenhauer trazan alfas y omegas sobre la arena; junto a la guirnalda de jacintos, Borges sonríe mientras se guarda disimuladamente el Aleph en el bolsillo

Dicen los que no la han conocido, que en la Ciudad de las Horas Perdidas nadie lleva la cuenta de las horas que faltan; ¿cómo, si todas se han olvidado y no se las puede encontrar? Sin embargo, el más viejo del lugar, el que todo lo recuerda, tras largos años y mucha paciencia ha conseguido, aplicándose con esmero, encontrarlas y ordenarlas todas...


Y ahora, entre las baldas y los anaqueles, perfectamente colocadas y clasificadas, el usuario puede encontrar lo mejor y más moderno en: horas punta, horas tontas, altas horas, horas supremas, horas muertas, horas bajas, horas santas, horas lúcidas, horas de visita, horas de la siesta, horas solares, horas nocturnas, horas de comer y cenar, un pack completo de horas extraordinarias, horas de oficina o, incluso, horas de atención al público.
El anciano guarda como un tesoro dos magníficos incunables, “Libros de Horas”, exentos de préstamo por supuesto; presta sin embargo gustoso a todo aquel que se lo pide la amplia colección de: entre horas, a primera hora, a última hora, hora de la verdad, a buenas horas mangas verdes, ahora, hacer horas, hora fatal, en mala hora, enhorabuena, pedir hora, poner a hora, a todas horas, ya era hora, hora de la venganza, hora del juicio final, no ver la hora, dar la hora, tener las horas contadas, de buena hora… kilómetros por hora, hora y pico, medio cuarto de hora…

Pero terminemos con la historia, porque en la Ciudad de las Horas Perdidas también se pone el sol… y cuentan además que cuando ya el Tiempo y sus habitantes se apresuran a cerrar puertas y ventanas para zambullirse en los suaves edredones, se escucha sobre la ciudad un tierno susurro antes de apagar la última luz: Para el reloj, amor, que no se nos quede corta la noche

Historia de la ciencia ficción



Juan Carlos Navarro me envía este vademécum (obra de Ward Shelley) del que habría que preparar una versión hispana... en forma de mula. Pincha en la imagen para explorarla.

AULLIDOS EN EL CCAN


Lugar: Ccan (León). Hora: sábado, 21.00. Entrada: gratuita.

El Ccan acoge mañana sábado la presentación en León de la obra Beatitud, el homenaje que Vicente Muñoz y Nacho Escuín rinden a la generación Beat. En el libro, 33 escritores recrean la hazaña de Kerouac, Ginsberg y Burroughs. El resultado es un libro coral y variado en cuanto a su contenido, estética y forma, en el que cada autor ha aportado su punto de vista y enfoque sobre el fenómeno beat .

Diario de León, 25-3-2011.


Beatitud. Visiones de la Beat Generation es el homenaje que 33 autores de dos generaciones distintas realizan a través de sus textos a una de las más influyentes generaciones de las últimas décadas: la Beat Generation. Relatos, vivencias, impresiones... Literatura de calidad al servicio de una generación que se convirtió para muchos lectores y escritores en la puerta de entrada a una nueva forma no sólo de leer, sino también de entender el mundo. Hoy nadie duda de que Kerouac, Burroughs, Ginsberg, Corso o Ferlinghetti son clásicos de la literatura moderna.

En realidad...




... ESTAS son nuestras "fotos" favoritas: Daniel y la princesa, vistos por Karyme Lomeli, de 5º de primaria del CEIP Parque Europa de Utebo, Zaragoza.

Río viejo

Después de terminar La escapada, y teniendo en cuenta las noticias del Japón (con qué sencillez, con qué verosimilitud sucede lo nunca visto), me puse a leer El viejo, una de las dos historias que, barajadas en orden alternante, componen Las palmeras salvajes. Hasta allí me ha llevado la riada porque también sucede en un desbordamiento del río en Mississippi, algo como el Katrina, y porque me acordé, al ver, la otra noche, el final de True grit, del viejo presidiario acompañando a la mujer parturienta en medio de la ciénaga, entre cadáveres de mulas y cascotes de barcazas naufragadas, igual que nada más empezarlo a leer me viene la certeza casi absoluta de que sin esta narración de Faulkner Cormac McCarthy no habría escrito nunca La carretera.

Aprovecho, además, que el texto íntegro de El viejo viene recogido en The portable Faulkner para leerlo en inglés al tiempo que la traducción de Borges ahora reeditada por Siruela, no tanto para aclararme con lo que decía Faulkner como para saber lo que Borges a veces quiere decir. Estas traducciones deberían publicarse sin el nombre del traductor. Sólo de ese modo sabríamos si su presencia es inevitable con independencia de que sepamos de ella, porque así resulta imposible, en ocasiones, no leer a Borges en vez de a Faulkner; y en casi todas ellas, cuando me acerco a compararlo con el original, veo que en el flujo de sintaxis viscosa y potente de Faulkner se cuelan con demasiada frecuencia las apreciaciones típicamente borgianas, los adjetivos que sólo usaba él, las construcciones deliberadamente anglófilas, esa tendencia a la perfección serena y brillante que parece siempre quedarse así para siempre, como una larga sucesión de frases lapidarias, de versos pulidos y felices combinaciones. Parece el Borges que al describir la naturaleza la despoja de toda sombra de vida real y la barniza con sustancias abstractas. Sí, es un Faulkner poético y abstracto, con una prosa sin lamparones, planchada, inmaculada, la prosa de un experto de Naciones Unidas que acude a visitar el territorio devastado y lo mira todo con un rictus de úlcera sangrante. En Faulkner uno está metido en las aguas turbias y poderosas de la inundación, en el olor a naturaleza descompuesta. En Borges hay hallazgos léxicos, rarezas idiomáticas, interpretaciones perspicaces, giros oportunos, soluciones curiosas. O sea, en Borges, escriba, traduzca o respire, hay siempre mucho Borges.

Y entre sus peculiaridades una en particular que ha hecho mucho, pero mucho daño a la narrativa en español. Suele decirse que esta traducción de Las palmeras salvajes inició a muchos jóvenes escritores latinoamericanos en la degustación de William Faulkner. No me extrañaría: a algo tendrían que deberse las insoportables series de oraciones de gerundio yuxtapuestas que nos marearon en España de Luis Martín Santos en adelante. En inglés son, en efecto, largas ristras de subordinadas adverbiales que empiezan todas por un verbo en gerundio. En inglés ya suena excesivo (a los ingleses), pero en castellano resulta insoportable. Debería ser obligatorio sustituirlas por oraciones con conjunciones y verbos en forma personal o por oraciones de relativo, mucho más flexibles y menos monótonas que los dichosos gerundios.

Así que, cuando el presidiario con la mujer recién parida en la barcaza (el esquife) sube a bordo del barco lleno de gente que huye y se empeña en que los vuelvan a dejar por donde iban, en mitad de un río sin orillas, fangoso y lento, y se encuentra con un lugareño que habla en francés y le da cobijo y ropa limpia y le enseña a cazar caimanes, la prosa de Faulkner, en el más reflexivo y desgarrado, en el tono más lírico posible, enlaza frases como centellas que en la exquisita traducción de Borges se quedan en rastros de un arado donde crecieron curiosas especies botánicas.

Tiquismiqueces aparte, como diría mi amigo Enrique Romero, El viejo (que, en palabras de Cowley es, después de Huckleberry Finn, el mejor relato que se haya escrito sobre el río) desarrolla una anécdota que, como sucede a veces en Faulkner, podría incluso ser contada como un chiste: al presidiario que ha sufrido todo tipo de calamidades y que se ha negado una y otra vez a faltar a su palabra o perder la dignidad se le premia con diez años más de presidio. Si hubiera escapado, si no hubiese sido leal a la mujer embarazada, caballeroso –y tímido– con ella y compasivo con su criatura, si no hubiera querido devolver la barca que le prestaron; si hubiese sido, en suma, todo lo que la justicia dice que ha sido, habría quedado libre porque ya se le daba por muerto. Cualquier debilidad lo habría salvado. Su grandeza moral demuestra menos sentido común que el de las mulas, de las que, brevemente, se vuelve a decir lo mismo que se dijo de ellas en The reivers: que a sentido común solo las ganan las ratas, pero nunca los seres humanos.

La foto que más nos gusta

A ver si adivinan qué foto de la entrega de los premios Barco de Vapor nos gusta más:
la foto a)
o
la foto b)

La estrategia del hipopótamo



Hasta ahora, el tópico editorial que más detestaba era el del dazzling achievement, el logro deslumbrante, algo que, al menos en las solapas de los libros ingleses, se dice de la inmensa mayoría de las novelas que escriben casi todos los autores. Luego los abres y resulta que es el mismo mar de todos los veranos, pero al menos es un piropo tan excesivo como bienintencionado: cómprelo porque es muy bueno, que es lo que han dicho todos los vendedores de crecepelo decentes que en el mundo han sido.
Pero hay otras variantes más arteras, sobre todo en España, y principalmente cuando se consideran a sí mismos por encima del vulgo. La editorial Alfaguara, en estas mendacidades editoriales, se lleva la palma. Es capaz de publicitar a un autor que subraya la influencia de García Márquez sobre su obra, lo cual se repite en todas las entrevistas y se consigna, también, en la solapa. Cómo cambian los tiempos. Hace veinte años, Luis Landero estuvo a punto de jugarse su carrera porque cuando publicó Caballeros de fortuna, su segunda novela, los críticos detectaron el fraseo de GGM, que en ocasiones más parece soniquete, y lo pusieron a parir. El propio Landero tuvo que defenderse diciendo que García Márquez, en cuestiones de narrativa, había “colonizado nuestra lengua”, tal y como antes hicieran Rubén Darío o el flamboyant de Neruda, aparatoso, autocomplaciente y superficial. Aunque hubo casos peores: Antón Castro lo imitó de mala manera en su primer libro de cuentos y ya no ha vuelto a comerse una rosca, aunque, en compensación, ha logrado vivir de la literatura, lo cual es muy de admirar.
Alfaguara no solo vende con marchamo de calidad a un autor porque imita a otro, algo que hace bien pocos años les habría parecido escandaloso hasta a la siempre renovada gauche divine, sino que tampoco se recata en exprimir el filón de las novelas tremendistas. Hasta hace cuatro días se mofaban sin tapujos del tremendismo hispano pero en las novelas que publicaban solían incluir, en letras grandes, que el autor reflexiona sobre la violencia. Mentira. Caí en el error de meter las narices en alguna de esas novelas y aquello era literatura gore sin más, escenas banales a la espera de una ensalada de violaciones y de tiros que encima, y esto era lo peor, ni siquiera tenían gracia, como sucede en el cine con Tarantino, sino que solo servían para un regodeo malsano de quien es aficionado a los géneros marginales, patibularios, al tipo de literatura que lee la gente de impulsos bestiales. Todo esto se rodeaba de cierto palabrerío vacuo, fofo, nerudiano, que es lo que se supone que quiere decir para ellos la palabra reflexión.
Pero aún hay un tercer tópico que he oído decir a escritores malos de todo pelaje y en el que también ha incurrido la propia Alfaguara con su política de las letrajas grandes, de los libros inflados, aparentemente gruesos, cuando en general son novelas cortas, o por lo menos las novelas de doscientas páginas de toda la vida. Es el tópico del autor que hace llegar su obra a un abanico más amplio de lectores. Qué desfachatez. Como si los lectores fuesen tontos. Es como decirles: “yo, señores, escribo una literatura demasiado exquisita para sus hocicos, de modo que voy a descender a los arrabales de lodo en el que chapotea su imaginación para darles medio kilo de sangre fácil, que mezclada con papel de arroz y envuelta en intestinos gruesos forma la clase de comida que sus paladares primarios están dispuestos a gozar”. Eso, peor dicho, se lo he oído decir a escritores tan ínfimos como Sánchez Dragó (bueno, este pollo llegó a decir que en una novela suya incluía una dieta de adelgazamiento, a ver si picaban las gordas, que leen mucho) o a héroes de la liga regional como Javier Delgado, de quien en cierta ocasión leí un lastimero artículo donde decía que su editorial, Lumen, había cerrado, y que él estaba dispuesto a olvidarse de los grandes (Joyce, Céline) para ampliar su lectorado. Lumen sigue viva y coleando (eso sí, edita las novelas con un papel indigno, transparente y como reciclado), y lo mejor de Joyce sigue siendo aquello que todo el mundo entiende. De Javier Delgado ya no sé lo que habrá sido, igual tiene “más de diez mil lectores”, que es, creo recordar, lo que él quería.
Pues bien: los tres tópicos, el de imitar conscientemente a otro autor, el de dirigirse a un público más amplio y el de ofrecerle buenas dosis de sesos pegados a la pared, los he visto utilizados esta mañana en la publicidad del último Premio Alfaguara, Juan Gabriel Vásquez. Los tres estaban, no obstante, bien forrados de artículos muy elogiosos y comparaciones que no se paraban en barras, desde Conrad, el autor a quien se dice que imita, a “un aviador de aire faulkneriano”, amén de una entrevista de la que emerge un autor joven y conspicuo que se aparta de la vulgaridad reinante.
Esa publicidad bastaba hasta ahora porque se quedaba en el papel, pero ahora, con muy buen criterio (o malo, según se mire), El País ha colgado en la red los tres primeros folios de la novela. No ha colgado las páginas 273-276 con algún párrafo especialmente brillante, una página que intrigue o que fluya desatada o que contenga una escena de camas manchadas de sangre. No: se ha puesto el principio, las primeras líneas, la declaración de intenciones, el despegue, que, junto con el final, suele ser lo que más desnudo deja al autor porque tiene demasiadas obligaciones que mediada la novela ya se dan por satisfechas o todavía son muy prematuras. De tres páginas cualesquiera sólo se puede llegar a la conclusión de si un novelista escribe bien o mal, pero no de si ha escrito una buena o mala novela. Del principio, en cambio…; si el principio no se sostiene…, si se le ve el plumero…
En este caso tengo que decir que las diez primeras líneas (basadas en un hecho real de los periódicos) son de notoria brillantez. Me refiero concretamente a las primeras doce líneas, de tono claramente garciamarquesco. El autor recrea la noticia de la matanza (eso lo primero) de un hipopótamo que había huido del zoológico privado del célebre narco Escobar. Lo hace con la imprescindible abundancia de casquería y la cosa promete siempre y cuando sepa qué hacer con esa anécdota. Pero en la línea duodécima, tiesa como un palo, eliminando cualquier atisbo de curiosidad, aparece, impertérrita, la palabra YO.
Y todo se viene abajo. El hipopótamo se esfuma y empieza el manoseado principio del autor/narrador que se encuentra con alguien que conoció hace muchos años, y, ya sin músicas garciamarquescas, más bien con la monotonía de quien echa una pellada de mortero corriente a los periódicos sobre los que va a construir su historia, el autor desgrana unos cuantos tópicos que me temo yo que dan idea de lo que viene después. Verbi gratia:
Me sorprendió también con qué presteza y dedicación nos entregamos al dañino ejercicio de la memoria, que a fin de cuentas nada trae de bueno y sólo sirve para entorpecer nuestro normal funcionamiento
Poco a poco me fui dando cuenta, no sin algo de pasmo, de que la muerte de ese hipopótamo daba por terminado un episodio que en mi vida había comenzado tiempo atrás
He leído en alguna parte que un hombre debe contar la historia de su vida a los cuarenta años, y el plazo perentorio se me viene encima: en el momento en que escribo estas líneas, apenas unas cuantas semanas me separan de ese aniversario ominoso
Mientras me veía marcar en el tablero los tantos que había conseguido, se me acercó y me preguntó si no sabía dónde le podían prestar un aparato de algún tipo para oír una grabación que acababa de recibir
Muchas veces me he preguntado después qué habría pasado si Ricardo Laverde no se hubiera dirigido a mí, sino a otro de los billaristas. Pero es una pregunta sin sentido, como tantas que nos hacemos sobre el pasado. Laverde tenía buenas razones para preferirme a mí. Nada puede cambiar ese hecho, así como nada cambia lo que sucedió después.
Lo había conocido a finales del año…
Allí, de pie sobre una tarima de madera, frente a filas y filas de muchachitos imberbes y desorientados y niñas impresionables de ojos constantemente abiertos, recibí mis primeras lecciones sobre la naturaleza del poder
Me admiraban, me temían un poco, y me di cuenta de que uno podía acostumbrarse a ese temor y esa admiración, de que eran como una droga
Luego de esas discusiones académicas llegaba a los billares de la calle catorce, lugares llenos de humo y de techos bajos donde ocurría la otra vida, la vida sin doctrinas ni jurisprudencias. Allí, entre apuestas de poco dinero y tragos de café con brandy, se terminaba mi día, a veces en compañía de uno o dos colegas, a veces con alumnas que luego de unos cuantos tragos podían acabar en mi cama
Mi cama siempre estaba abierta para discutir en ella la concepción que tenía Cesare Beccaria de las penas, o bien un capítulo difícil de Bodenheimer, o incluso un simple cambio de nota por la vía más expedita.
Por esos días mi ciudad comenzaba a dejar atrás los años más violentos de su historia reciente. No hablo de la violencia de cuchilladas baratas y tiros perdidos, de cuentas que se saldan entre traficantes de poca monta, sino la que trasciende los pequeños resentimientos y las pequeñas venganzas de la gente pequeña, la violencia cuyos actores son colectivos y se escriben con mayúscula: el Estado, el Cártel, el Ejército, el Frente.
Ese día, las imágenes del más reciente atentado habían empezado a entrar, en forma de boletín de última hora, por la pantalla del televisor. Primero vimos al periodista que presentaba la noticia desde la puerta de la Clínica del Country, después vimos una imagen del Mercedes acribillado —a través de la ventana destrozada se veía el asiento trasero, los restos de cristales, los brochazos de sangre seca—, y al final, cuando ya los movimientos habían cesado en todas las mesas y se había hecho el silencio y alguien había pedido a gritos que le subieran el volumen al aparato, vimos, encima de las fechas de su nacimiento y de su muerte todavía fresca, la cara en blanco y negro de la víctima. Era el político conservador Álvaro Gómez, hijo de uno de los presidentes más controvertidos del siglo y él mismo candidato a la presidencia más de una vez.
Todo esto, con sus correspondientes floreos gratuitos, está metido en las tres primeras páginas. El rigor poético garciamarquista se desvanece, como en todos sus imitadores; después de las primeras líneas se les va la color y aparece la grisalla, los tópicos de guión televisivo y la autobiografía. Está claro, leído el suntuoso envoltorio propagandístico y las demasiado reveladoras tres primeras páginas, que el autor no es capaz de sostener un mismo grado de brillantez, que se pierde en tópicos de novela barata con pretensiones y que cuenta más cosas de las que debe con más palabras de las que necesita.
Es posible que la novela, el resto de la novela, sea una impresionante obra de arte. El otro día leí que la última novela de Baricco empieza muy deslavazada pero al final tiene sentido que el principio sea tan malo y por eso el conjunto es bueno. Yo no terminé de entenderlo del todo: acabaremos leyendo que hay que comprar una novela porque está mal escrita, porque empieza con un castillo de tópicos artificiales o porque termina como el rosario de la aurora. Hasta que eso llegue, creo que el departamento de márketin de la editorial Alfaguara debería replantearse sus estrategias comerciales.
Y eso que todavía no he contado lo más gracioso. La historia del hipopótamo, como decía, se acaba en las primeras líneas, antes de que aparezca el tedioso Yo con todas sus vulgares convenciones. Es una anécdota, un florero que se ha puesto al principio para impresionar y tapar de paso con algo llamativo el verdadero principio, las primeras líneas de la historia. Como recurso está bien y García Márquez lo emplea a menudo (salvo que él ya no baja un milímetro la brillantez, a veces con empalago, hasta que acaba la novela), pero resulta que el dichoso hipopótamo se ha convertido en el centro de todas las entrevistas, de todas las reseñas y de la mayoría de los artículos, de modo que el lector puede pensar que va a leer un safari sangriento periodístico como el de Vargas Llosa, o que es como la segunda parte de ese libro, más bien su secuela, un nuevo ejemplar del género bestias salvajes descuartizadas y traficantes a balazos con realismo periodístico. A ver si cuela.
Lo previsible no es lo que va a pasar sino cómo nos lo van a contar, todo amontonado, sin ritmo propio, sin voz propia, como un patch-work de cosas que se supone que funcionan en las estanterías de los aeropuertos, y la verdad es que todo eso se lo habría ahorrado la editorial si hubiera esperado a que los lectores pirateasen el libro entero. Así las cosas, me temo que con las tres primeras páginas algunos vamos a tener bastante. Quizás haya sido un error de la editorial, pero esto es lo que viene y me parece muy bien: que el lector pueda catar las obras como cata los productos del supermercado. Eso sí, lo de poner el principio, ese principio, dice bastante poco de los lectores profesionales de la editorial. Si eso les parece bueno es que no han entendido nada.

ACERCA DE MIS AMANTES


Es el título del libro de Marisa Lanca.
Es cartonero.
Es una plaquette de poemas.
Está editado por Cartonerita Niñabonita.
Se presenta mañana miércoles 23 de marzo, a las 20:00h
En el salón del Restaurante Kresala 2
Vía Ramón Pignatelli 45-47 (frente al hospital San Juan de Dios)
República Independiente de Torrero - ZARAGOZA


Se contará con la presencia de la autora y dos presentadores de excepción: Margarita Barbáchano (periodista y escritora) y Juan Luis Saldaña (periodista y escritor).
Y cómo no, la de David Giménez, el editor, que nos presentará además otro libro cartonero:"P3F" de Jorge Kanese (Asunción-Paraguay).

Marisa Lanca está en el aire, aquí

¡Premio!

Otro libro de Daniel Nesquens con premio!
Esta vez, el Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor por el libro Mi vecino de abajo, que saldrá a la venta esta misma semana!

[Ver la noticia en ABC]

Hasta arder en esta pira


Imagen tomada de la red




Hasta arder en esta pira
he tenido que arrojarme a demasiados brazos
y abrirme la carne a verdades distintas.
Siempre ha estado pronunciando mi nombre
el lenguaje antiguo de las cosas muertas,
y de tanto lamer el cráneo de los cadáveres
se me agrietó la lengua,
enmudeció la idea,
se me secó el cauce vital que me nutría.
Y ardí.

(c) Elisa Berna Martínez