OLOR A SALITRE

Qué lástima que estés llamando
a la puerta, ahora
que había plantado un árbol
y sé domesticar a los lagartos de cristal,

déjame una hora
porque quiero encontrar el libro
preferido, el arroyo de la pena, olor a salitre,
nena, pena, nena, estás perdida, la voz de los amigos, a mar verde,
que emprendieron hace tiempo el viaje,

visitar una vieja pensión
en la que amé adolescente y vano,
y descubrí a una prostituta leyendo
la Biblia, follar ahora, decía,

en la rama del álamo nocturno cantaban un delfín traidor
y un recuerdo.

Cuando se ama, infeliz y médico, todo se resuelve, pistolero, Zapata,
pasa, adelante, ¿quieres
un café?, yo lo tomo
con vodka, a veces, cuando estoy apesadumbrado.
Lo siento, cariño, no he limpiado la vajilla
ni cambiado las sábanas,

me limito a soñar, he pesado en la balanza lo que cuesta la vida,
nada, arena, papel, los amigos.

Me dice que volverá más tarde, cuando
aprenda gramática, tú o yo,
tengo que telefonear para decir que amo a mucha gente.


Un poema de José Luis Rodríguez García, perteneciente a su nuevo libro, Vidrio y alambre, publicado por la editorial Eclipsados. Un libro sobre el tiempo y sus sombras, sobre la innombrable presencia de la pérdida y el dolor. Un libro cuya lectura no deja indemne, que habla de cerca atando con alambre a eso que cada uno refleja en los vidrios cotidianos. Un libro intenso, magnífico y triste.