El tejedor











Urdo con los hilos de la incertidumbre
cada recoveco que tiene tu cuerpo guardado para mi.
Siento la esfera precisa del tiempo,
la oscuridad de la noche en que en tu cama,
despierta y en silencio,
pensarás en el calor de mis dedos
y como te recorrerá un escalofrío por la columna vertebral
imaginando, a mis labios y a mi lengua,
trazar en ella una línea de fuego
con que partir en dos tu deseo.