La sombra del vampiro

Que en la portada de varios diarios digitales aparezca la noticia de la posible condición vampírica del Nicolas Cage no deja de resultar sorprendente. Un coleccionista asegura poseer una fotografía del sobrino de Francis Ford Coppola fechada en la época de la Guerra de Secesión americana, lo que haría del intérprete norteamericano el más longevo entre sus colegas. En realidad y echando mano de mi memoria gafapástica, existe una película en la que el personaje interpretado por el actor cree haberse convertido en un chupasangres: El beso del vampiro. Cage, que debe su nombre artístico al superhéroe de la editorial Marvel Luke Cage, es coleccionista de tebeos, así que el aura de tinieblas y fantasía puede extenderse hasta el infinito. Me gusta mucho Nicolas Cage, me gusta en "Rebeldes", en "Leaving las Vegas", incluso en su pequeño papel en "La ley de la calle". Nicolas Cage es uno de los grandes, con sus injertos de pelo -demostración clara de que los crecepelos y la tecnología capilar son todavía mitos - y su mirada perdida, siempre al borde de la sobreactuación. Incluso puedo perdonarle su destrozo de la mítología de Win Wenders en "Ciudad de Ángeles" y obviar sus películas de acción solamente por lo bien que le quedaba la chaqueta de piel de serpiente que le colocó David Lynch en "Corazón Salvaje". Navego por la red y encuentro que la noticia es la más leída en hasta cuatro publicaciones. Algo extraño está pasando, no en Grecia ni entre los profesores de secundaria madrileños. Y aunque está claro que hay alimañas mucho más peligrosas por las que preocuparnos, aquí me tienen, preocupado por si Nicolas Cage es capaz o no de afeitarse frente a un espejo todas las mañanas. ¿O debería decir mejor todas las noches? Menos mal que ganamos el europeo de baloncesto, que si no, menudo comienzo de curso.


Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 22 de septiembre