Caro Silvio

Desayuno con la caída de Silvio Berlusconi, se atraganta el café solo con hielo, porque en las entradas del presidente deben verse reflejados nuestros candidatos. De aquella Italia demócrata y cristina, la que parecía anclada en una versión postmoderna de las novelas de Don Camilo -esa complicidad latente entre la Iglesia y el comunismo "sui generis", de pálpito partisano que solo se podía encontrar allí-, la Italia del Mundial 90, de las Brigadas Rojas y los programas dominicales de Adriano Celentano, a esta, la que heredó el espíritu de Tele 5, inoculándolo por Europa como la peor enfermedad mediática de la historia. De Felice Gimondi venciendo en la montaña del Tibidabo, de Saronni y Moser trampeando en las cuestas a la explosión intoxicada de Marco Pantani. Esa Italia que ha sobrevivido en el frágil equilibrio de catolicismo, identidad nacional psicodélica y mafia comienza a resquebrajarse.

Una tierra en la que los jueces cansados pasan de héroes a corruptos, con una industria de marcas planetarias que parecen tener más nombre que estructura logística, una tierra que entregó sus llaves a un populista esperando que los problemas se solucionaran a base de injertos y seducciones amañadas. El pueblo soberano habló y hay que respetarlo, hoy ha sido el mercado y la economía, jurado binario de nuestros días, los que han provocado su caída. No hay sitio para los audaces, no hay sitio para nadie en esta Europa inventada. Buscando respuestas en las canciones de Franco Battiato, elegir la que hablaba de buscar un punto de gravedad permanente o la opción primera de convertirnos al nomadismo. Menos mal que nos queda Pavese y el "diablo" Chiapucci atacando camino de Sestrieres.

Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 10 de noviembre de 2011