Se trata, sí, de una novela de amor. El amor como es, en primera persona, la que cuenta. Pero atención, no se encontrarán en ella atardeceres dorados, amantes corriendo en cámara lenta por la playa, rosas carmín ni perfumes asiáticos. Ninguna de las escenas con que nos empacha y empalaga desde hace demasiado tiempo el romanticismo. Porque Cristina Fallarás, que no le teme a la escritura ni se permite el lujo del engaño, escribe como una pantera. Un par de ejemplos:
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