Una historia, una sóla.
Una que pueda repetirme mientras
hago la compra o me echo el tinte.
Una sucesión de palabras como
orugas que procesionan.
Otra, y otra
y otra,
que me la sepa contar, pero
que escueza,
que me traiga a la mente la urticaria
y las tardes de ortigas cuando niña.
Una historia sencilla, nada más,
que valga para hoy,
y para entonces,
liviana, sin el drama y sin el "tragi".
Con que sea mía me vale.
Te la tomo prestada.
Elisa Berna