un poema de else lasker-schüler
Mi piano azul
Tengo en casa un piano azul
Aunque no sé ninguna nota.
Está a la sombra de la puerta del sótano,
Desde que el mundo se enrudeció.
Tocan cuatro manos de estrella
-La mujer-luna cantó en la barca-,
Ahora bailan las ratas en el teclado.
Rota está la tapa del piano...
Lloro a la muerta azul.
Ah, queridos ángeles, abridme
-Comí del pan amargo-
A mí con vida la puerta del cielo-
Incluso contra lo prohibido.
cypress hill - insane in the brain
La sonrisa de un pez
Los primeros libros, las primeras palabras; esas que a veces se arrastran y atascan un poco, esas que a veces no entienden y hay que explicarles; y esos dibujos de colores que tanto les gustan, que miran y les hacen reír; dibujos que son el espejo de las palabras y que pueden ir más allá, más lejos que ellas.
“Un pez bajo la lluvia” es un cuento de peces, claro. De un cumpleaños y un regalo: un acuario tropical y seis peces multicolores. Un pez pequeño, otro dormilón, dos peces tragones, uno que juega al escondite, y un pez elegante, dibujado con sombrero de copa y bastón. Pero además hay un pez sin nombre de chapa forjada, un pez pegado a la barra de la lamparita de la mesilla de noche. Un pez de mentira que un día de lluvia quiere salir a jugar con el agua. Un pez que quiere llegar hasta el mar, más allá del faro que hay frente a casa.
Daniel Nesquens ha escrito un cuento muy breve cargado de poesía; unos peces de verdad que viven en un acuario y de los que hay que responsabilizarse como un mayor dándoles de comer y cambiándoles el agua y un cuento de un pez de metal que enseña lo contrario a todo eso que es obligado y real, a lo que está en los diccionarios, en el libro de cono y en la exactitud de las matemáticas; todo lo que puede suceder en la fantasía de un sueño o todo lo que se puede imaginar con los ojos bien abiertos, la luz encendida y contar con las palabras.
Todo lo que las ilustraciones de Rafa Vivas vuelven color, risa, realidad y fantasía.
Daniel Nesquens. “Un pez bajo la lluvia” Con ilustraciones de Rafa Vivas. El árbol de la lectura. Oxford. Madrid, 2010.
Daniel Nesquens
http://nesquensmania.blogspot.com/
Rafa Vivas
http://www.guiadeilustradores.com/portafolio/portafolio.php?opc=galeria&idper=9&idima=0
Nocturno I
Nombres vulgares de algunos peces cartilaginosos
Tiburón bello durmiente
Tiburón alfombra
Tiburón ciego
Tiburón réquiem
Tiburón comadreja
Tiburón vaca
Tiburón volante
Tiburón zarza
Tiburón vista
Tiburón cuerno
Wobbegong
Cañabota gata
Tollo pajarito
Peje perro de nariz de flecha
Tollo cigarro
Cerdo marino antillano
Tiburón soñoliento
Suño cerebrado
Tiburón limón
Tiburón grácil
Tiburón nervioso
Tiburón trozo
Alitán viperino
Pejegato campechano
Cañabota ojigrande
Quelvacho bobo
Galludito
Tollo granulado
Tollo diente de peineta
Tollo negro elegante
Tollo lucero peine
Pailona ñata
Sapata lija
Bruja terciopelo
Galludo raspa
Angelote ornamental
Falsa pintarroja de gargantilla
Pejegato pimienta
Pejagato playero
Tiburón vitamínico
Tiburón azotador de ojos grandes
Marrajo sardinero
Solrayo
Masoveros
José Giménez Corbatón. “El fragor del agua”. Prames. 3ª edición, Zaragoza, 2009.
Ilustración de portada: Ricardo Polo, en la que se puede ver a la vieja de “La umbría” llevando a los lomos de la mula el cadáver de Próspero.
Albada 255
COSAS
(28 de agosto de 2011)
Prólogo de CARACOLES Y MANZANAS
Caracoles como manzanas o cojones como puños, dependiendo del estado de ánimo.
Dada la importancia de la situación a lo que nos exponemos sirvo de explicar el sentido de la vida una vez más. De distinta forma y una distinta manera, con cierto toque de originalidad, incluso con una canción para cantar y bailar, pero el resultado es asombrosamente el mismo.
Los racimos de huevos que estos animalitos depositan en el techo del acuario, por la parte de dentro, claro, ganan por si solos vida propia y expectación desde el primer día. Allí donde fuera del agua los peces no son un problema si no una burla del destino.
Despacio pasan las jornadas, hasta que vienen a nacer los bebes caracoles, con el infortunio de la gravedad y la consiguiente caída al vacío. Que digo vacío, al agua. Al maldito agua, allí donde los peces se relamen de tan jugoso y tierno botín.
Y así, en esta sopa de caracol (canten y bailen la canción, coño) mueren la inmensa mayoría de nuestros pequeños amiguitos. Y los que sobreviven luchan y luchan por que la malla o la red no les coja desprevenidos entre otros graves peligros.
En la humanidad ocurre lo mismo. En Zaragoza, en Aragón, en España, en Europa, en el mundo…
Militares, religiones, políticos, banqueros… y un sin fin de pirañas, que no dejan de nosotros ni los huesos…
Dioni Blasco, Mayo 2011
Parada de monstruos
Escribo ahora sin un criterio claro, sin equipaje ni memoria que me permita inscribir a esta novela en algún lugar conocido, género, generación o estilo. Para mí resulta precursora; novedad; un fin en si misma.
Escribo con la única referencia de aquellas películas españolas de cine quinqui de finales de los setenta y principios de los ochenta. Una road movie quinqui en el desierto de los Monegros. Drogas, sexo, violencia. Perdedores, matones, arrastrados, fracasados, cabrones y condenados. Parada, escaparate de monstruos.
Escribo desde la inocencia y el desconocimiento de un mundo paralelo apenas entrevisto en sus fachadas de colores chillones y sus copas de champán de neón. Luz roja, línea roja que nunca he cruzado. Cubos de basura con el rancio olor de las rodajas de limón, la abyección y las colillas. Un mundo submarino de partidas de cartas en la trastienda de las whiskerias y en naves industriales, partidas en las que se apuesta la vida del hijo cuando se ha perdido hasta el reloj. Apuesta que se pierde y que hay que pagar. Perros que se devoran a sí mismos.
Novela, película de carretera, ruta con parada en hostales sin barrer, clubs y salones de variedades de barrio chino: espectáculos con bailarinas de striptease, un fakir y sus puñales, un hipnotizador, un ventrílocuo y un humorista que ha perdido la gracia; cabaret en descomposición; sala vacía de terciopelo rojo y días contados. Películas porno en VHS, época de Boogie Nights sin mañana. Carreteras secundarias, pueblos de los Monegros y espectáculos de sexo en vivo en discotecas, show y carpa de circo, feria ambulante, rugidos de bestias que miran, perros de Pavlov erectos.
Museo, colección, catálogo de condenados, desfile de sicarios, expósitos, actrices porno sin jubilación, ex-soldados americanos, boxeadores sonados, narcotraficantes, transexuales, ladrones, perdedores; carne de cañón.
Alucinación en sesión continua de una noche y un día en un subterráneo delirante. Habitantes de un mundo sumergido, región abisal, infierno en la tierra que devora a sus criaturas. Presente torturado por una herida abierta en una guerra olvidada. Herida incurable supurando su veneno. Corredor de la muerte al aire libre y el único final posible, merecido, inevitable y lógico.
Novela, delirio lisérgico; asombro, vómito, maravilla, asco y sorpresa. Comedia, terror negro y violento. Lenguaje, hematoma, puño americano. Escopeta de cañones recortados, cara oculta, ensayo caníbal. Todo lo que no se lee en la noticia de un suceso con el café de la mañana. Vida antes, detrás de la muerte. Terraplén sin freno, abismo sin red. Padre que debe matar al hijo. Hijo que debe matar al padre. Lobos arrepentidos de haber nacido.
Novela salvaje, inusual, sin género, piedad, obediencia ni reglas. Novela de voyeur, copiloto del demonio. Papel fotográfico de lo sórdido, biografía, parodia, realismo crudo. Paisaje imposible que está al doblar la esquina, al otro lado del cristal blindado, debajo de una piedra. Escaparate de fieras. Homo homini lupus.
Félix Romeo. “Discothèque”. Editorial Anagrama. Barcelona, 2001.
EL CURIOSO CASO DEL GENERAL MUR Y SU YERNO FILIPINO
Hace algún tiempo escribí en el Diario del Alto Aragón un largo artículo, publicado en dos entregas, sobre algunos de los personajes más ilustres que a lo largo de la historia han nacido en la villa de Graus. En él mencionaba, casi de pasada y sólo citándolo por su nombre, al militar Esteban Mur Martínez, que vivió entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX y alcanzó el grado de general.
Un tiempo más tarde me abrí un blog donde colgué muchos artículos que había escrito hasta entonces y al que voy sumando los que sigo publicando en la prensa con regularidad. Entre los primeros figuraba el titulado “Algunos grausinos ilustres” al que me acabo de referir. Hace cosa de un año, primero en ese artículo y después en el último añadido al blog en aquel momento, encontré sendos comentarios del señor Victorino Manalo. El primero estaba escrito en inglés y el segundo en un español algo arcaico e inseguro. En ellos, el señor Manalo, que abreviaba su nombre en Ino, me decía que escribía desde Filipinas y me solicitaba amablemente la información de la que yo dispusiera sobre el general Mur Martínez, quien según afirmaba era su tatarabuelo. Llevaba tiempo buscando sin conseguirlo noticias históricas sobre él y se lamentaba de que en su país mucha documentación hubiera sido destruida durante
Así lo hice, indicándole que debía buscar entre mis papeles las informaciones que tenía sobre el general Mur Martínez, cuya procedencia no recordaba en ese momento, y que en cuanto las encontrara se las enviaría sin dilación. En su respuesta, el señor Manalo me proporcionaba los datos de los que él disponía sobre su tatarabuelo. Me decía que Leonor Mur, hija del general grausino, se había casado en 1893 en Barcelona con su abuelo Felino Cajucom, un filipino natural de la provincia de Nueva Écija que había viajado a España formando parte de un grupo de jóvenes nativos enviados a nuestro país para realizar estudios. Hay que recordar que en aquella época las islas Filipinas eran todavía una de nuestras últimas colonias de ultramar. Como es sabido, el lejano archipiélago asiático y las posesiones americanas de Cuba y Puerto Rico, únicos vestigios del gran imperio español, se perdieron definitivamente en el año 1898.
Al señor Manalo le parecía una cosa maravillosa que un nativo filipino se hubiera casado con una mujer española. La pareja, según me decía, se había trasladado a Filipinas tras su matrimonio en Barcelona. Sin embargo, poco tiempo después, entre 1896 y 1898, se produjo la rebelión isleña contra el dominio español. En esos años, Felino Cajucom se convirtió en uno de los generales del ejército revolucionario filipino que lucharon contra las tropas españolas. Y ahora llegaba la cuestión más importante para el señor Manalo: según creían sus familiares era muy probable que el general Mur hubiera estado en esos años en las Islas Filipinas luchando contra los rebeldes. De ser así, suegro y yerno habrían combatido en bandos enfrentados durante aquel violento conflicto. Y eso era lo que él quería saber con seguridad y para lo que reclamaba mi ayuda y colaboración.
Tras recibir su interesantísimo correo, me puse de inmediato a buscar más a fondo entre mis papeles. Tal y como creía, encontré información sobre el general Mur Martínez en unos apuntes mecanografiados sobre la historia de Graus que hacía unos años me había facilitado el señor Juan José Arenas Gambón. El señor Arenas, que ha muerto hace unos meses y a quien quiero dedicar este artículo en agradecido recuerdo, fue un hombre estudioso, gran conocedor de la historia de Graus y autor de algunos interesantes artículos en varios números de este Llibré de Fiestas. En sus apuntes encontré algo más de dos caras completas de un folio dedicadas al general Mur. Las leí con atención, las escaneé y, por correo electrónico, se las envié al señor Manalo.
En esas informaciones, en resumen, podía leerse que Esteban Mur Martínez había nacido en Graus a mediados del siglo XIX en el seno de una familia humilde. En su casa de nacimiento, sita en el nº 15 de la calle que hoy lleva su nombre, se colocó tiempo atrás una placa en su honor. Como otros muchos en su época, el joven Esteban Mur entró en el ejército para intentar mejorar su situación económica y las escasas expectativas de futuro que le ofrecía su pueblo natal. El joven logró ir ascendiendo trabajosamente en el escalafón militar a lo largo de su dilatada carrera de armas. Su primer destino fue Cataluña, donde participó en algunas escaramuzas contra la guerrilla carlista. Ingresó en el ejército colonial y en 1879 fue enviado a Cuba, logrando allí ascender a capitán. Regresó a España en 1886 y fue destinado nuevamente a Cataluña hasta que en 1896 fue enviado a Filipinas para participar en la guerra contra los rebeldes isleños que se acababa de iniciar. Su destacado papel en algunas acciones militares, que se detallan en las notas citadas, le valió su ascenso a comandante. ¡Las sospechas del señor Victorino Manalo quedaban confirmadas! Su tatarabuelo y su bisabuelo, suegro y yerno uno del otro, habían coincidido en el archipiélago filipino y habían luchado en los dos bandos enfrentados en aquella guerra finisecular.
En los apuntes del señor Arenas se dice que el militar grausino fue repatriado a España desde Filipinas por haber contraído una enfermedad en su larga estancia en aquellas lejanas islas. Es de suponer que su vuelta a nuestro país se produciría en 1898, coincidiendo prácticamente con el final del conflicto y la derrota definitiva del ejército español. Esteban Mur fue destinado de nuevo a Cataluña, donde alternó estancias entre Barcelona y Tarragona. Continuó logrando sucesivos ascensos en el escalafón militar y el 28 de junio de 1928 fue nombrado general de brigada de la primera reserva. Según se recoge en los citados apuntes, su permanencia en activo en el ejército se prolongó durante cuarenta y cinco años, dos meses y dos días.
Por dos esquelas publicadas en el diario “
Gracias a la hemeroteca digital del citado diario catalán he podido conocer también otros datos interesantes de la familia. En las notas de sociedad del año 1893 se recogen la graduación de Leonor Mur como concertista de piano en el Liceo de Barcelona y la del joven Felino Cajucom como nuevo licenciado en Derecho. En diciembre de ese mismo año se produjo la boda entre ambos en la ciudad condal, a la que siguió un viaje a París como luna de miel. Ni el señor Victorino Manalo ni yo hemos podido averiguar la fecha exacta de su traslado a Filipinas, pero éste se produciría poco tiempo después, ya que en 1896, cuando se inicia el levantamiento filipino contra la ocupación española, Felino Cajucom Sarena es uno de sus más destacados cabecillas. La rebelión filipina contra los españoles fue encabezada, como es sabido, por las clases más acomodadas de aquella sociedad isleña.
Tras recibir las informaciones sobre su tatarabuelo, el señor Manalo me contestó muy agradecido y satisfecho por tener la confirmación definitiva de que sus dos antepasados habían tomado parte en la guerra filipina en los dos bandos enfrentados, como él y su familia sospechaban desde hacía un tiempo. En su correo de respuesta añadía otra información según la cual sus padres creían que, en pleno conflicto, el general Felino Cajucom había tenido que pedir permiso a su suegro para que las tropas españolas dejaran pasar a su mujer y a sus tres hijos que deseaban regresar a España.
Por otros contactos con el señor Manalo hemos reconstruido parte de la historia de su familia en Filipinas. Después de vivir unos años en Barcelona, en una casa de la calle Muntaner, Leonor Mur de Cajucom y sus tres hijos (Alfonso, José y María) volvieron al archipiélago filipino tras la guerra contra España y la posterior invasión estadounidense de las islas. De los tres hijos de Felino y Leonor, Alfonso murió joven, José se casó en Barcelona y María se casó, con gran enfado de su padre que intentó por todos los medios evitar ese enlace, con un primo hermano llamado Antonio Manalo. De ese matrimonio nacieron seis hijos: Felino, Elena, Antonio, Leonor, Basilio y María Julia. Todos se casaron y tuvieron grandes familias, salvo Elena, que se convirtió en monja franciscana. De los seis, sólo Elena y María Julia siguen viviendo en la actualidad.
Basilio Manalo y Cajucom, padre de mi interlocutor Victorino Manalo, fue un gran violinista y un importante profesor de música en Filipinas. Realizó estudios en Estados Unidos, fue profesor en varias universidades filipinas, violinista de
Cuando ya dábamos por cerrada esta historia, hace pocas fechas nos llegó un añadido inesperado. La familia Mur, que vive en la casa
De este episodio, al que tal vez aún podamos añadir algún detalle nuevo en el futuro, pueden extraerse al menos dos conclusiones: que las nuevas tecnologías hacen posibles los contactos más insospechados y que las vidas de algunas personas podrían servir de argumento a una novela. Como se dice con frecuencia, la realidad puede llegar a superar a la ficción. Así ocurrió en el curioso caso del general Mur y su yerno filipino que acabamos de contar en estas líneas.
Carlos Bravo Suárez
Artículo publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus de 2011. Ligeramente modificado sobre otro del mismo título publicado en el especial San Lorenzo del pasado año en Diario del Alto Aragón, y puesto en este blog un poco más abajo con algunas ilustraciones más.
Fotografía del general Mur, tomada en Barcelona en 1918.
EL CER Y LOS NOMBRES DE LOS GRANDES PICOS DEL PIRINEO
El Centro Excursionista de
Hemos dejado de contar con la colaboración de
Como en ocasiones anteriores, queremos contribuir con una modesta colaboración a enriquecer, en la medida de lo posible, las páginas de este Llibré. Lo haremos esta vez con unas líneas que tratan sobre los nombres de algunos de los grandes picos de nuestro Pirineo, su posible origen y su significado.
La toponimia es un terreno proceloso y difícil. Es fácil caer tanto en elucubraciones como en interpretaciones demasiado simples. En el caso de los picos del Pirineo, buena parte de sus denominaciones actuales son relativamente recientes. Además, las montañas reciben nombres distintos según desde donde se las mire: desde Francia o desde España, desde un valle o desde el vecino. A esto hay que añadir la obsesión de los pirineístas franceses del siglo XIX por bautizar con sus nombres los picos de una cadena montañosa que recorrían con febril afán descubridor. Por todo ello, estas montañas tienen a veces dos y hasta tres denominaciones diferentes. Nos centraremos en esta colaboración, siguiendo un orden decreciente en su altitud, en seis de los grandes picos de nuestra cordillera pirenaica.
El Aneto, con sus
La primera ascensión al Aneto se produjo en 1842. La realizaron conjuntamente un antiguo militar ruso de nombre Platón de Tchihatchchieff y un botánico aristócrata francés llamado Albert de Franqueville. Fueron acompañados por otras cuatro personas, contratadas como guías y porteadores. Al llegar al final de su ascensión, vieron que una estrecha y peligrosa arista los separaba de la cima. Fue el ruso quien comparó aquel angosto paso con el estrecho puente, cortante como un sable, que, según escribió Mahoma en "El Corán", sólo los musulmanes justos podrán cruzar para alcanzar el paraíso. Franqueville reprodujo el comentario de su compañero en un librito sin pretensiones que narraba aquella ascensión. El libro tuvo un éxito inesperado y la expresión Puente o Paso de Mahoma se convirtió en nombre propio y parte inseparable de la mitología pirenaica.
La segunda cima de la cordillera es el pico Posets o Llardana (
Durante varios años el Monte Perdido (
Un tiempo después ese honor fue para
La toponimia del Vignemale (
El nombre de Perdiguero (
Bienvenido Mascaray, en sus interesantes libros sobre toponimia ribagorzana, explica algunos de estos nombres como derivados de un idioma ibero-vasco prerromano. Así, el nombre Aneto procedería de "ain-eto" ("altura terrible o pendiente tremenda"); Llardana, de "llarde-da-ana" ("el que está despellejado o desollado"); Maladeta, de "mala-dets-a" ("tierra y piedras arrastradas por un torrente poderoso"); Vignemale o Biñamala, de “b-iñar-mala” (“la fuerza o la potencia de los glaciares”); Perdiguero, de "pertika-ero" ("forma de aguja o conjunto de puntas").
Para terminar estas líneas queremos desear a todos los grausinos y ribagorzanos unas magníficas fiestas mayores.
(Artículo publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus 2011)
Foto: El Aneto y los Montes Malditos desde el Portillón de Benasque.
Despedida de Bodega Tuyus: Zombies españoles, Diego Vasallo y poemas de Leonard Cohen
Descargar aquí (a partir del minuto 22)
Ronda poética en Calatayud
Mañana, sábado, 27 de agosto, a partir de las 12 de la noche, y dentro de los actos de “Calatayud entre dos luces”, se realizará una Ronda Poética Nocturna por los rincones del casco antiguo de la ciudad.
Esta Ronda Poética Nocturna está organizada por Blanca Langa, el Club de Lectura Bilbileyendo, la Asociación Aragonesa de Escritores y el Centro de Estudios Bilbilitanos.
Participarán los poetas: Ana Mª Aznar, Mª José Castejón, Graciela Giráldez, Juani Gómez Román, Reyes Guillén, Ángel Guinda, Pilar Hernandis, Âlime Hüma, Blanca Langa, Luigi Maráez, Ada Menéndez, Isabel Muñoz, Milagros Morales, Fran Picón, Inés Ramón, Trinidad Ruiz Marcellán y José Verón Gormaz.
Club de lectura Bilbileyendo.
el mejor colofón posible para el VII agosto clandestino: ahora. 11 poetas en el 2011
El bungalow de mis abuelos
Hasta ese verano mi madre siempre se había negado a pasar por delante del solar donde las obras languidecían desde hacía años. Allí, entre vigas inacabadas y cimientos abiertos al sol de Salou había estado el bungalow de sus padres. Me imagino a una jovencísima Carmen volviendo una noche cualquiera de un agosto cualquiera de los sesenta con la sonrisa iluminada y eterna (la misma que sigue curando cualquiera de mis males) después de haber conocido al Dúo Dinámico en una discoteca. Me imagino también a mis padres festejando en el paseo marítimo, a la altura de la estatua de Jaime I. Recuerdo también mis largas tardes allí, jugando con indios de plástico que se mezclaban en un diorama imposible con figuras mal esbozadas de soldados británicos, pegando junto a mi padre el cromo de Raúl Amarilla en el álbum de la Liga 86/87 y despegándolo después para llevarlo, enrabietado por su paso al Barcelona, a la sección de últimos fichajes. Y algunos años después, leyendo bajo el calor narcótico que se filtraba por el columpio, las aventuras de Bukowsky, en aquellas compactas ediciones de Anagrama que seguía compaginando con tebeos de la Patrulla-X. Mi padre, mi madre, yo mismo, cumpleañeros de agosto, en una sucesión de tartas y las noches de estrellas artificiales, con el rugido de los cercanos slammers, escuchando en silencio las conversaciones de los mayores. Los Tours de Perico, el sueño pesado acompañado de la radio deportiva. Después mis abuelos vendieron aquel chalet, yo hacía mucho que no me dejaba caer por la playa. Mi abuelo murió y mis padres, gente de costumbres como yo, empezaron a alquilar un apartamento en el camino entre el puerto y Vilafortuny, donde en los ochenta no había nada. El mes pasado, bien aprovisionado de tebeos y guías ciclistas (¿quién hubiera pensado que Contador nos iba a fallar?) volví de nuevo. Ana iba conduciendo y yo, mientras cambiaba los cedés, le desgranaba toda la mítica de los años dorados. La primera noche fuimos a cenar y a la salida del restaurante caminamos los cuatro hacia la manzana donde había estado el bungalow. Por fin llegamos a la intersección desde donde se podía ver el solar, ruinoso granito abandonado. Mi madre sostuvo la mirada unos segundos, luego se dio la vuelta y se alejó. Me adelanté unos pasos, le cogí la mano y se la apreté. Ella sonrió.
Cuento de verano aparecido en el Heraldo de Aragón del jueves 25 de Agosto de 2011
Leiber&Stoller
Hace unos días desayunamos con una triste noticia: la muerte de Jerry Leiber. Uno de los compositores más grandes de la historia de la música pop, el primer apellido de la dupla Leiber&Stoller. Los que como yo practican la noble afición de leer y memorizar hasta el último crédito de los discos -y aquí no me voy a poner exquisito, cedés o vinilos, vale todo si tienes la voracidad suficiente- los recordarán por ser los autores de "El rock de la cárcel" o "Stand by me", aunque en mi colección de favoritas se encuentran todos los hits que hicieron para The Coasters. Sí, señoras y señores, hablamos de palabras mayores, muy mayores. Elvis, Celentano o Silvio, otro grande, han cantado sus temas y nosotros, supiéramos o no quién los escribía, los hemos integrado para siempre en la memoria emocional de nuestras vidas. Ya no queda rebeldía en el rockandroll, los "Teddyboys" originales, los que compraron singles recién sacados de Sun Records, tienen más de setenta años y los rockers que se apuntaron a la movida en el revival de los ochenta languidecen en orquestas.
La música no murió el día que Buddy Holly se estampó con una avioneta en mitad de una tormenta de nieve – a pesar de lo que diga la hermosa canción "John Milner" de Gabriel Sopeña-, lo hizo cuando Elvis, atiborrado de emparedados de mantequilla de cacahuete, dijo basta. El exceso terminó con lo contestatario y cuando ahora uno escucha cualquier disco es difícil no detectar una sensación de vacío. Menos mal que quedan las canciones. Para mí es suficiente haber compartido unos cuantos buenos momentos con mi padre y sus cintas de rock clásico. Así que quizá sea el momento de grabar un buen recopilatorio, echarse a la carretera y acudir a la fiesta de coronación del Rey Criollo.
Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del jueves 25 de agosto de 2011
Un juguete muy extraño
Como explicarme. Lo mejor es ver el vídeo con el anuncio de la época. Es de finales de los 60, y de los USA, claro está. Aquí en España no lo vimos ni en pintura, y eso que es de la casa Mattel.
Con este juguete te imaginas que eres un creador de bestias y toda clase de monstruos. Tienes unos cuadradillos de un material parecido a la goma blanda. Los metes en el cilindro, que por lo visto tiene una base electrica, y voilà, monstruo creado. Luego lo pones en el escenario, que hace ver que es una especie de Mundo perdido.
¡Una maravilla!
Esperando el regreso
Jugar a ser José Luis Melero y leer para contarlo. Buscar en Internet y acudir, acompañado de mi querido amigo José Antonio Lozano, a una librería de viejo de Zaragoza a cobrar mi presa, el libro deseado; bajar a un sótano y creernos que estábamos en la cripta-cementerio de la que habló Zafón viviendo una experiencia extrasensorial.
Y es que desde que descubrí a Adolfo Ayuso y me quedé deslumbrado por sus “Fugas” me convertí en cazador. Conseguí de manera similar, pero en otra ciudad, su novela “La caja” y más tarde éste “El besugo y la soprano”. Los relatos de “Fugas” me hicieron querer tener y leer todo lo que Ayuso había escrito, pero mentiría si no dijera que tanto como el escritor me intrigó, me sedujo la rareza y excentricidad del personaje. Ese extraño malditismo, esa renuncia voluntaria suya a la escritura.
Ayuso ha escrito tres libros de narrativa: una novela y dos colecciones de relatos. Éste “El besugo y la soprano” publicado en 1987, y esas “Fugas”, -de las que otro día hablaré- publicado en el 2003. Ese es el último, después del 2003, nada. Silencio. Renuncia. Como si ya lo hubiera dicho todo, como si no tuviera nada más que decir, como si se hubiera hartado, cansado, ¿decepcionado? de la literatura ¿Por qué? Pues precisamente no saberlo es lo que le convierte en un personaje extravagante, enigmático, atrayente y singular.
Pero si sólo se tratara de eso, de una pose, el bluff de un bebedor de absenta que hubiera dejado escritos un par de poemas geniales y que murió arrojándose al Ebro enfermo de amor tal vez no se merecería más que un nuevo, provinciano y moderno capítulo de las “Cruces de bohemia” de Javier Barreiro. Pero no, Ayuso, además de estar vivo, se merece un reproche, o más bien una petición. A mí, que me gustaría saber el por qué de su voluntaria renuncia, lo que en realidad me gustaría es pedirle que vuelva a escribir un nuevo libro; otra novela, otra colección de relatos. Que me volviera a dar la oportunidad de disfrutar con su literatura, que pudiera hablar de él en tiempo presente y no en pasado.
Para mí “El besugo y la soprano” no supera a las “Fugas”. “El cuento “El besugo y la soprano” obtuvo el Premio “Isabel de Portugal” en 1986. La Institución Fernando el Católico, de acuerdo con el autor, añadió a dicho cuento otros escritos afines, formándose así el presente volumen”, y, curiosamente, yo considero mejor otro cuento añadido: “El hombre que quiso matar a C.I.”, que el cuento por el que se le concedió el premio. Cuestión de gustos, como siempre.
“El besugo y la soprano” es un relato breve, concentrado, directo y sin embargo repleto de insinuaciones, referencias visuales y recuerdos fragmentados. Cuenta lo esencial, lo poco del pasado de toda una vida que realmente importa. Lo que nos dejó huella y nos situó en el mundo. Es un relato sobre el destino y esos encuentros accidentales e inolvidables entre las personas. Un relato que habla del triunfo y la muerte. De la actitud ante la vida. De la oportunidad de tener a nuestra disposición lo excepcional.
“El cazador de justos”, el tercer relato que cierra el libro, demuestra la capacidad narrativa de Ayuso. La capacidad para inventar, en el año 1986, antes de cualquier moda, una historia críptica, un simulacro aventajado de todas esas narraciones de enigmas religiosos, sectas secretas y misterios escondidos en libros y escritos en sánscrito que vinieron después. Ayuso es capaz de crear una teoría delirante. Una búsqueda enigmática con un viaje a África y Jerusalén. Incluir en su relato a Einstein, Max Brod y Borges. Descubrir inscripciones en hebreo en una cueva de Nigeria y hacerlo cuadrar todo en un final trágico y matemático. Una parodia sobre el conocimiento que esconde una moraleja de nuestras obsesiones y la humana estupidez. Aunque, a pesar de su innegable mérito, me parece el peor de los tres. Me resultó excesivo y rococó, una comida demasiado copiosa, una arquitectura que abruma y empacha.
“El hombre que quiso matar a C.I.” es, para mí, sin lugar a dudas, el mejor. El que muestra al Ayuso narrador que me deslumbró en “Fugas” y por el que volví a caer en mis viejas neurosis, peregrinar y salir de caza. El relato en el que está el narrador que deja latigazos de poesía; el narrador de los personajes de carne, heridas, equilibrios y carácter. El de los supervivientes. El narrador de la tristeza y el humor, el de la ironía y la inteligencia, el tímido y el descarado, el subversivo y el sensato, el loco y el práctico. El narrador absolutamente necesario, al que sigo esperando y le pido que vuelva.
Adolfo Ayuso. “El besugo y la soprano”. Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 1987.
Una novela romántica
Supongo que se trata de una simple cuestión de gustos, y en mi caso de exigencia. Tal vez ese sea el defecto de los que leemos demasiado. Tal vez yo no sepa comprender y aceptar que haya personas a las que les gustan las teleseries, las telenovelas en horario de tarde. Personas que no le piden a la literatura algo más que esa clase de historias. Tal vez ahora me esté ganando el desprecio de muchos, el adjetivo descalificativo de clasista exquisito, odioso lector pedante. Porque para mi “Sin franqueo” es una correcta novela que se queda en eso, en una estándar telenovela de amor en tiempos revueltos, en un guión escrito al gusto de lo que es ahora políticamente correcto.
Recuerdo que una vez a un librero de viejo del rastro un cliente le preguntó con desprecio por las novelas románticas que vendía en su puesto. –Todo tiene su público- le respondió. –Que a ti no te gusten no significa que no haya otro al que sí. Y yo que entonces también despreciaba aquellas “novelas rosas para mujeres” no comprendí su respuesta. Yo que entonces pensaba que los que leíamos auténtica literatura éramos aquellos tipos exquisitos que llegábamos al rastro muy temprano y en ayunas a la caza y captura de rarezas, descubridores de nombres ignotos, fieles a los clásicos y a los poetas malditos. Tipos iguales, hijos del mismo dios, que despreciábamos esa novelas con portadas ridículamente típicas y un título que se decía con un suspiro. Hoy, más viejo y desengañado, entiendo lo que quería decir aquel librero. Todo tiene su público. Es decir, que igual que hay personas que disfrutan con esas telenovelas de tarde, también hay personas que les gustan las novelas románticas, con un poco de magia y misterio, con algo de suspense y un final feliz. Y pienso que esas teleseries de amor en tiempos revueltos, república y posguerra, le han servido seguramente a José Manuel González de inspiración para escribir su novela, o que tal vez sea tan sólo una coincidencia, o tal vez le han servido de música ambiental, de banda sonora que se oye de fondo.
“Sin franqueo” tiene como mérito contar una historia original que contiene muchos de los elementos clásicos de la literatura ambientada en el Aragón pirenaico y rural El aislamiento, el analfabetismo y el retrato de aquella época –no tan lejana- en la que no había teléfono y la gente escribía cartas y las malas noticias se comunicaban por telegrama. Los pastores trashumantes, la dula y los pastos de verano. El costumbrismo y los habitantes de las crónicas de un pueblo: el mosen, el alcalde, y el secretario; las partidas de dominó en el casino, el entrañable tonto del pueblo, las malas lenguas y el qué dirán, la fiesta de la noche de San Juan con su hoguera, y, por supuesto, el personaje autóctono más típico: la bruja curandera y su cueva. Una bruxa que además de curar lee la mano. Una mujer que “Parecía una bruja salida de los cuentos de los caballeros de la Tabla Redonda. Nada más le faltaban las verrugas y la escoba para salir volando en cualquier momento hacia lo oscuro de la noche.”
“Sin franqueo” es una novela tierna, triste y heroica. Una novela bienintencionada, postal en blanco y negro coloreada a mano. Es una novela correcta, como es la belleza roma e insulsa de una novela romántica. “Sin franqueo” es una novela repleta de lugares comunes que gustará a los que gusten de esas historias manidas de la posguerra española. Todo tiene su público, todo discurso tiene su salmodia, sus tópicos, sus discos rayados, su estribillo, sus muletillas y su tabarra.
Pero yo, a pesar de haberme vuelto comprensivo y tolerante con los gustos de cada uno, sigo leyendo esperando que una novela sea algo más que una historia correcta y medianamente bien contada que me haga pasar un buen rato. Leo buceando, esperando, subrayando las líneas emocionantes, los deslumbramientos, los paraísos. Y ya no se trata de gustos particulares ni de romanticismo amable, sino de leer y no tener que encontrarse con algo así: “Cocinadas con sencillez, sólo se habían permitido añadir a las setas un poco de perejil. Una mezcla de sensaciones llenó mi boca: a monte, a musgo, a frescor de rocío, a mañanas de sombra y paseos sin rumbo ni destino… Marcial me escanció un vino que, según él, reservaba para las ocasiones especiales. Y de verdad que era excepcional. Maridaba de manera perfecta con la tortilla y permitía realzar los matices de los hongos sin enmascarar ni una sola de las esencias que emanaban de las muxardinas.” De frases como esta: “En el amor y en la guerra todo está permitido.” o esta otra: “…el eco de sus pies descalzos.”, o esta: “El letargo, la soledad y la ausencia de las voces convertían el edificio en algo parecido a un castillo embrujado, pero yo no sentía miedo.”
No, ya no es sólo cuestión de gustos, cursilería, romanticismo, telenovelas e historias tópicas y manidas, sino de buena literatura.
José Manuel González. “Sin franqueo”. Mira Editores. Zaragoza, 2011.
"Noches de BV80" en Radio 3
Valtueña es entrevistado en el programa "Hoy empieza todo" de Radio 3 RNE, 23-8-2011, por Gustavo Iglesias.
Aquí podéis escuchar el podcast que tiene la siguiente presentación:
José María Valtueña es el autor del libro "Noches de BV80" y, además, dueño de este mítico bar de Zaragoza que tuvo su auge entre los años 1981 y 1983. ¿Quién mejor que el mismo Valtueña para hablarnos de estas 1.019 páginas y de la historia de uno de los locales más importantes de Zaragoza?
un poema de antonio méndez rubio*
para esperar a que todo pasara.
El aire, las piedras otra vez, el vino oscuro...
se anticipan, se evitan a la fuerza
o no se evitan -aunque la tentación
es más constante cuando se echa
raíz en la niebla
y es esa misma niebla la que sube hasta las rodillas,
las vuelve casi transparentes. Qué desencuentro
significar: como si hubiera
que recoger nieve
para no volver a pasar frío. Y eso
que la lámpara, por su cuenta, continúa sombreada,
pintada de un azul profundo
que no ayuda para nada a escribir:
ocurre por última vez.
Tampoco
se ha dicho que haya que embellecerla.
Sólo que así su lumbre se olvida.
*incluido en su nuevo poemario ¿Ni en el cielo? (número 96 de la colección Planeta Cladestino), que presentará este jueves 25 de agosto, dentro de la programación del VII Agosto Clandestino, junto a Ángel Paniagua (más información aquí)
un poema de ángel paniagua*
Llevé a cabo la hazaña: hurté a los dioses
la más cumplida imagen de mí mismo,
la del fuego que abrasa y se consume.
Y los dioses sumaron, generosos,
otra imagen al hurto, la del águila
hurgando eternamente en mis entrañas:
la conciencia fatal de la ceniza.
El relato como género menor
Motivos suficientes para tener interés en leer los relatos que componen este “El hombre-lobo de Huesca”. Motivos más que suficientes para esperar encontrarme con buena literatura entre sus páginas.
Y tal vez por esa expectativa creada la decepción haya sido mayor. Tal vez porque esperaba, con esos antecedentes, encontrarme con unos relatos escritos en serio y con lo que realmente me he encontrado es con un divertimento, con un poeta y novelista que se toma el relato como un género menor, un pasatiempo, un desahogo, una gracieta.
Una recopilación de ocasión, un libro en donde se han metido esos escritos que el novelista premiado guarda en la carpeta de “varios” y nunca supo qué hacer con ellos, gamberradas de borrachera y resaca, experimentos híbridos de teatro y cuento humorístico, un relato escrito por encargo para una publicación de la Diputación, un relato presentado a un concurso y otro con dedicatoria familiar.
“El hombre-lobo de Huesca” podría comprenderse y tendría sentido si fuera lo que no es, un libro de textos inéditos editado como un homenaje póstumo, un libro de relatos que se entendiera como la literatura menor, dispersa e insólita, de un escritor y que formara parte, en último anexo, de su obra completa.
Pero a pesar de todo eso, y tal vez por tratarse de un escritor experimentado y de larga trayectoria, me encuentro al repasar el libro para escribir esta reseña con algunos párrafos subrayados. Me encuentro con retazos, momentos de cierto interés, relatos escritos en general con corrección, oficio y, sobre todo, buen humor. Pero yo, que esperaba encontrarme con el poeta deambulando entre líneas y sombras y al novelista levantando castillos de piedra arenisca, me he tropezado con un escritor que escribe por compromiso administrativo o de amistad para salir del paso y salvar el nombre, a un escritor con ganas de divertirse y que considera al relato como un juego intrascendente y banal, una zarzuela bufa, un cajón de sastre en el que cabe todo y todo vale sin autocrítica ni orgullo.
Pero entre toda esa decepción me encuentro una historia con nombre de ciudad que me hace sentir la melancolía del desterrado; un relato sobre esa infancia que recuerdo hecha de petardos y cohetes de varilla, casetas de tiro con escopetas de perdigones, palillos y paquetes de tabaco; un despertar al sexo en aquellas viejas cintas de VHS en las que se anticipaba -por comparación -nuestra próxima mediocridad; y, sobre todo, me encuentro con “La tertulia” un relato que se salva entre tanta bagatela y que es un retrato, fiel e irónico, de este universo y sus estrellas, planetas y satélites, que llamamos literatura. Poetas de esa edad que escriben poesía sin más intención que explicar un sentimiento que quema la piel y las entrañas. Poetas ocasionales y aspirantes a poetas que acuden a las tertulias literarias para descubrir lo rápido que caen los mitos; que cambian lo idílico por lo humano y sus impurezas, el arte por el ego, las camarillas, la envidia y la bilis típicas de un plató de televisión; que saben, perdida la inocencia, de libros publicados a cambio de una contraprestación; que alguno/a sabe que para llegar a ser escritor/ra ayuda –y mucho- saber lo que se quiere y el camino para alcanzarlo.
Joaquín Sánchez Vallés. “El hombre-lobo de Huesca”. Libros Certeza. Zaragoza, 2008.
notas al pie de gaza, de joe sacco*
Días compartidos
Y fuera de mis propios gustos y de mis más que dudosos conocimientos; de mi predilección por aquella intensa emoción y belleza desbordada en aquellos días azules, ahora las palabras de Ramiro se hacen versos distintos, espacios de silencio y aliento lento; poemas para nombrar el lugar y nombrarla a ella; siempre omnipresente, siempre centro del mundo; destino, final de trayecto; camino y comienzo.
Podría decir que estos versos son ella y tan solo ella. Que todo gira alrededor de su nombre una vez pronunciado y dicho. Ella, comienzo y final; dedicatoria, nudo y epílogo. Ella, pasado; presente y futuro, sonrisa y continuación. Pero estos poemas son versos de amor y mucho más que eso. Son poemas de carne, celebración y suerte; miedo y óxido espantados con un solo gesto. Son poemas de años, ciudades, estaciones y meses juntos. Poemas de días compartidos. Porque todo lo que hagamos cuenta.
Son poemas de un viaje en tren sobre el mar y un avión sostenido en el silencio. De que el sentido del viaje es sobrevivir, que dentro de nosotros nos vayamos quedando los dos solos.
Son poemas que son ella y son también ciudad. País mudéjar en noches de humedad; cierzo que encrespa el río y la espuma. Todo lo que existe y es además ella y compartido. Ciudad y dos almendros que sobreviven; ciudad que se estremece, pequeño temblor de flores y raíces que resisten y nadie advierte.
Y son la distancia y el esperarse. Y también el miedo a las salas y a los pasillos de espera de los hospitales; el juramento a volver sana y salva, precisamente hoy, cuando la ciudad se hace de nuevo primavera. Es ella y otro día; el día siguiente, cuando el mundo parece nuevo, recién lavado y limpio. Es querer que el futuro, compartido y suyo, sea un domingo y una casa sin terminar.
Es él y lo que existe y está además de ella, compartido. Él y toda su frustración y su derrota. Sueños de un mundo mejor que a nadie parece importarle. Soledad, intención, deseo iluso, paisaje roto y desvanecido. Él abatido y ella como única certeza, como refugio y verdad, como aliento, ella y su cuerpo, su sabor, su abrazo inmenso.
Y son los favoritos que ojala cayeran y perdieran todo su millonario poder. Son las noticias y ese horror cotidiano, persistente. Es este mundo y esperar cada mañana que ocurra algo que lo cambie, que se moviera para equilibrarse. Son las malas noticias en el televisor y desviar la mirada y verla a ella, dejar de mirarlas y contemplarla, saber que ella es como encontrar supervivientes varios días después del terremoto.
Ramiro Gairín Muñoz. “Que caiga el favorito”. Prensas Universitarias de Zaragoza. Zaragoza, 2011.