MORES
(11 de septiembre de 2011)
No sé si lo que debería hacer es cambiar de costumbres. Es lo que tiene empezar siempre el día escuchando, aún desde la cama, las noticias de la radio: que lo que dicen te da para mucho pensar, para mucho cavilar. Y es que estás en ese titubeo casi crucial, (un tanto masoca si no fuera porque tiene tanto de cotidiano que siempre sabes que terminará “bien”), ése me levanto ahora, aunque… mejor me espero un minuto más que aún hay tiempo… pero bueno ya, (y aquí mirada reconcentrada al despertador )… ni un minuto más… aaayyysss, mecachis…. ¡que sueño, Señor!… Pues eso, sí, todas las mañanas esa especie de desazón (el lunes multiplicada por cuatro) por comenzar el día y ver la cara gris que no te apetece nada y luego eso: lo de la “manía” de apenas despegados los ojos, darle una vuelta a la ruedecita de la radio. Y todo ello sabiendo que, últimamente, las noticias te van a poner el corazón en un puño... Y es que esta semana, convendrán conmigo, no ha pasado un informativo, cambiaras el dial donde lo cambiaras, que no te metiera el susto en el cuerpo... y te dieran ganas de hacerte una tienda de campaña bajo las mismísimas sábanas de tu cama, y quedarte ahí, quieta, varada en medio de esa isla… y que el mundo te olvidara un rato, y que tú te olvidaras del mundo, al menos ese mismo rato.
Como no llevo muy bien eso de no entender y de que, además, cada vez entienda menos, me he sacado de la biblioteca el Krugman, ese manual de macroeconomía con el que parece que (dicen) te enteras de algo, pero ni con ésas: cuando creo que empiezo a vislumbrar alguna lógica de las tan traídas variables económicas o que si la segunda recesión, la prima de riesgo y tal... cuando parece que he conseguido traducirme lo que dicen, allá que te aparece otra nueva palabreja que me descoloca, que me hace sentir de nuevo que de controlar nada de nada, que lo único que me queda claro, al final, es que la cosa parece que no marcha y de que si a alguien le va a ir peor seguro (seguro) que será a los pobres don nadie como yo (eso sí que lo entiendo, mira tu por donde, sin necesidad de que me lo explique libro alguno).
Durante un tiempo (de eso ya hace mucho ahora que lo pienso) me quedaba la esperanza de que todo se pasaría tal como había venido, que se esfumaría tanta crisis tanto paro y que igual que se había ensombrecido veríamos, no muy tarde, aclararse de nuevo el horizonte... quizás, en definitiva, todo consistía en apagar la radio y aguardar a la mañana siguiente... Ahora, sin embargo, ya a la espera de este nuevo otoño con elecciones incluidas, y viendo tal como sigue todo, ya no sé ni que pensar, ni a quién echar la culpa. Confieso que no creo que ni siquiera los políticos, a pesar de sus poderosas artes para haceros creer en purita magia o en el consabido y comieron perdices, sepan dormir nuestras conciencias lo suficiente para convencernos de que conocen dónde está la puerta para salir de ésta.
Y he pensado que quizás debería buscarme un hobby, sí. Una de esas aficiones que te acorcha el cerebro, pero todavía no sé por cúal decidirme. De momento, y hasta que la encuentre, creo que continuaré con lo que más me gusta: seguir leyendo. Eso sí, proveyendo los tiempos que se avecinan dejaré a un lado a Eliot, Pound y Vilas y me volcaré con el optimista Jorge Guillén... y escucharé la radio al despertar, claro, que hay costumbres que no conviene cambiar nunca.