Geórgicas, II, 420-457
Los olivos, en cambio, ningún cultivo piden,
no esperan curva hoz ni pertinaz rastrillo
porque se sujetaron a la tierra para siempre
y los vientos supieron aguantar. El terreno,
si abierto con azada, se abasta de humedad;
si con la adunca reja, de abundosos frutos.
Así se crían ricas, pacíficas olivas.
Los árboles frutales, así como han sentido
los troncos vigorosos y tienen sus nutrientes,
también crecen lanzados cara a las estrellas
por su propio impulso y sin esfuerzo nuestro.
Se carga mientras tanto de fruto la arboleda,
Se carga mientras tanto de fruto la arboleda,
y los sotos incultos, refugio de los pájaros,
de sangre enrojecen con bayas coloradas.
Se pacen los codesos, de tedas la alta selva
suministra y se ceban nocturnas las hogueras
y derraman su luz. ¿Y aún dudan los hombres
de plantar y poner todo su esfuerzo en ello?
¿A qué seguir con árboles más grandes? Los sauces,
las humildes genistas o aquellos que abastecen
de hojas al ganado y de sombra a los pastores,
de cercas al sembrado y de pábulo a la miel.
Da gozo contemplar la montaña Citerea,
que del boj se ondula, los bosques de Naricia,
que dan pez. Sin rastrillos da gozo ver los campos,
no sujetos al cuidado de hombre alguno.
Las mismas selvas bordes en las cumbres del Cáucaso,
que fuertes Euros barren y destrozan sin cesar,
dan cada cual su fruto: dan útil maderamen,
pinos para los barcos y cedros y cipreses
para subir las casas; de aquí los labradores
los radios desbastaron de las ruedas; de allí,
ruedas para carretas, y a las barcas curvas quillas
les pusieron. Los sauces son fértiles en varas,
los olmos en forraje, y buen arma de guerra
son los palos cereños del mirto y el cornejo;
los tejos se doblegan para arcos itureos,
también los leves tilos o el boj que se pule
con el torno toman forma y con gubias afiladas
son tallados, y flota el álamo liviano
arrojado al río Po sobre aguas bravas,
y crían en cortezas huecas las abejas
enjambres y en la entraña podre de la encina.
¿Qué dádivas de Baco atán son memorables?
Ocasiones dio Baco también para la culpa:
castigó con la muerte a los centauros furiosos,
Reto y Folo e Hileo, el que amenazaba
con una gigantesca copa a los lapitas.