"La tengo tan cerca. Veo su piel. Eso llamado cutis. Piel, cutis de porcelana con textura de riñón. Abre y cierra la boca a velocidad increíble. Cómo puede. Cómo puede sacar y meter la afilada y sonrosada lengua sin ser pillada nunca por los impecables dientes. Ahora narra la afiliación al régimen. Y la intrahistoria de un artículo de William Weaver: “La visión del traductor”. Y describe, para mí sólo, el color cobrizo de la ermita de Santa María de Chalamera. No puede ser. ¿Procuradora de los tribunales? Una mujer así no debe exponerse al agravio de una mera representante." (Familias como la mía. Pág. 280)