Surgida hacia los años cincuenta en Estados Unidos, la beat generation supuso una auténtica ruptura con los modos de vida imperantes por entonces, con un país que empezaba a despegar apoyado en gran medida en la inconsciencia consumista y en la abdicación de responsabilidades a favor del bienestar. Sobre actitudes transgresoras, como el consumo de drogas, el sexo desinhibido y libertario, y en cuestiones estéticas la improvisación en el relato o en el poema (al modo de sus admirados héroes jazzísticos) los autores de la beat generation (Burroughs, Gingsberg, Cassady, Kerouac, Ferlinghetti, Corso y varios más) marcaron, para el presente y el futuro, todo un estilo literario y, lo que sólo los grandes consiguen, en solitario o en grupo, marcaron toda una mentalidad y una forma de vivir cuyos ecos persisten hoy en día.
De ello, de la influencia de aquellos alucinados escritores, quizás los últimos rebeldes y bohemios auténticos de la Literatura, quiere dar testimonio Beatitud (visiones de la beat generation), un libro donde 33 autores, de diferentes edades y nacionalidades, escriben sobre la manera en que poemas como Aullidos, o novelas como En el camino, Los vagabundos del Dharma o El almuerzo desnudo condicionaron su pensamiento y, en varios de los casos, su forma de vida, sobre la base del viaje, de la búsqueda continua de no se sabe muy bien qué, pero en todo caso al margen de lo fácil y de lo establecido, de la sensibilidad y las reglas comunes, tanto vitales como estéticas. Son, como se ha indicado, autores de diversas edades, desde algunos que perfectamente podían haber sido los hermanos pequeños de aquellos autostopistas con una novela en progresión en el macuto (una de las participantes, de hecho, nos narra cómo llegó a San Francisco en los últimos tiempos de aquella súbita fiebre vital), y otros que apenas si han llegado a conocer el eco de la leyenda de aquellos tipos, o a advertir en sus páginas la fuerza que desprendieron en su día. Compuesto de textos, pues, de diferentes estilos, de diversas orientaciones y de variados puntos de vista, el nivel general del volumen es excelente. Hay cuentos sencillamente geniales, deslumbrantes, enormes, como “On the soviet road”, de Miquel Silvestre, donde el autor nos cuenta un viaje en moto por la antigua Unión Soviética en un periplo que, aunque más breve, por supuesto, poco tiene que envidiar a la novela en que se basa. Otros asimismo excelentes, como “Al final de la carretera”, de José Ángel Barrueco, o “Eligiendo un camino”, de Pepe Pereza, donde con un marcado sentido del humor nos hablan de lo difícil que resulta seguir aquella senda abierta por los beatniks, y cómo tantas veces nuestros deseos se estrellan contra la realidad. “La India o el miedo”, de Ana Pérez Cañamares, crónica de un viaje accidentado, y no otra cosa, de una hippy fuera de su tiempo que nunca llegará a Katmandú. La visión bucólica de Patxi Irurzun en “Mi padre, los libros Reno, Ned Flanders y los beats, todo en la misma frase” (magnífico título, por cierto). El cuento brutal “Huellas en el polvo”, duro y contundente, de David González. La valentía de Mario Crespo en “Ruta 23”, al hablar sobre la tan denostada y ridiculizada “ruta del bakalao” con un eco de lírica beat…
Como en todo libro conjunto, por supuesto, existen los altos y los bajos, en este caso varios autores que aprovechan la estética beat como excusa para el desparrame en textos sin sentido, en ejercicios onanistas presuntamente líricos, o que malcubren el expediente con el recurso, cansino y aburrido, al “no se me ocurre nada y se agota el plazo”. Pero aparte de estos casos, pocos y seguramente inevitables en toda obra conjunta, el nivel general es excelente y en las páginas de Beatitud se siente a menudo, al doblar una página, el pulso vital de los homenajeados. El eco, en muchas ocasiones cercano, de aquellos viejos beatniks.