¡¡Feliz 2011!!
Y tranquilos. No es que haya aprovechado las fiestas para meterme en un quirófano a que me estiren la piel o me inyecten un jeringazo de bótox. Todo esos tratamientos se los he hecho al blog para que empiece el nuevo año bien remodeladito. Con un look fashion, sofisticado y fresco a la vez. Como ciertas actrices cuando las sacan de la cámara frigorífica para que recorran la alfombra roja con la cara lavada y recién planchá. No va a ser mi blog menos que esas señoras. Faltaría más…
Y para rematar, algunas reflexiones navideñas tontas – pero que muy tontas, porque el cerebro no me da para más.
- ¿Por qué se ven durante las Navidades tantos niños por las calles con gorritos de Papa Noël o cuernos de reno rojos? ¿Es que los padres no tienen piedad?
- ¿Por qué se nos van los dedos al turrón, cuando el cerebro sabe que se adhiere a la cintura durante semanas y no hay forma de quitárselo?
- ¿Por qué a algunos árboles de Navidad les ponen adornos tan horteras?
- ¿Por qué a pesar del empacho, logramos hacer sitio en el estómago para añadir el roscón de Reyes? Si tuviera la misma habilidad para encajar más libros en las estanterías, no los tendría que colocar en doble fila.
- ¿Por qué siempre hay alguien que se pone a hacer fotos durante las comilonas familiares (este año fui yo la inoportuna, sin ir más lejos) y al revisarlas, salimos todos con cara de felicidad, la boca llena y una copa de vino en la mano?
- ¿Por qué en enero se llenan los gimnasios de penitentes del turrón que en lugar de cilicio, llevan mallas y camiseta?
- ¿Por qué el director del Concierto de Año Nuevo, Franz Welser-Möst, ese señor con cara de Richard Gere empollón, dirigió a la orquesta con semejante aire de estar por encima del populacho? Ya sabemos que este primer concierto del año es una tradición popular que tiene algo de circo y mucho de tópico, pero ¿no podía haberse enrollado el buen hombre un poco más con el público? Si los que desde la más tierna infancia vemos cada año el concierto del Musikverein, buscamos precisamente los valses vieneses de toda la vida y que no nos falten el dichoso Danubio Azul ni la Marcha Radetzky, por supuesto. Para escuchar música más exigente ya tenemos el resto del año. Además, ¡que tire la primera piedra quien no haya tocado alguna vez palmas al ritmo de la Marcha Radetzky!