(16/01/2011)
Si hasta para hablar de política o de la crisis el otro día me contaron un cuento…Triste gracia que a menudo tengamos que echar mano de las fábulas para atrevernos a decir eso que llaman “verdades”; todo un arte poner en boca de los pobres animales las tonterías que “más que a menudo” nos decimos los humanos, para sacarles –después de estrujarnos convenientemente el ingenio–¬, la moralina breve, el final, tan ejemplarizante como lacerante, destinado al menos avispado, al egoísta o envidioso… en definitiva: escarmiento seguro para el animal “no-racional” que en el apólogo hemos hecho más “parecer” y “padecer” la esencia de la mediocridad de los “otros animales”, los racionales…
La verdad es que no sé qué pensaría sobre este asunto el monje eremita, el santo barbudo y ascético varón al que celebramos estos días en medio de hogueras y el sabroso cañamón. De momento ahí está, acompañándonos en su pequeña ermita de siempre, las puertas abiertas al día festivo, al desfile alegre de perros, gatos, canarios y periquitos llevados por sus dueños con ese gesto llamativamente igual en todos los “amos”, esa mezcla de orgullo cuidadoso, amparo incondicional y a la vez de rendición absoluta hacia la criatura que obedece a la mano...
Y es que los animales, como la naturaleza y la vida misma, en el mundo de los hombres se nos vuelven todo fragilidad, tanto que no es de extrañar que la sabiduría popular les buscara, antaño ya, su santo protector, y además uno tan carismático como San Antonio Abad, fuerte, para resistir las mejores tentaciones, valiente, para acompañarse de la soledad, poderoso, para elegir la pobreza… todo un ejemplo de santo, vaya.
Pero yo que de vidas de santos ya he olvidado mucho, si me he acordado al hilo de las procesiones de santos valedores de estos días, de esa otra figura “protectora” de los animales que, aunque mucho más moderna y sin dorada aureola ni barba, fue también, además de carismática, buena gente: Félix Rodríguez de la Fuente.
La labor que en defensa de la naturaleza hizo este naturalista fue capital para nuestro país y nos marcó a toda una generación. Por aquel entonces, en las casas, los bares, los teleclubes, comenzó a suceder un hecho asombroso: todo el país se paralizaba cuando empezaban los programas de Rodríguez de la Fuente en la tele; Fauna, Planeta azul, El hombre y la tierra… y la propia persona de Félix “el amigo de los animales”, eran un auténtico fenómeno de masas que conquistó, pervivió y consiguió cambiar la mentalidad de los españoles hacia la naturaleza.
Mucho se podría hablar de este apasionado adalid que tanto nos enseñó a conocer la vida –al que por cierto siempre acompañó componiendo la impactante y emotiva música de sus programas el turolense A. García Abril– pero de momento vaya sólo este recuerdo y dejemos el resto del día para celebrar a nuestro ínclito San Antón, que ya en el barrio de San Julián comienzan a verse los primeros brillos de su hoguera... y se oye la alegre música.
Si hasta para hablar de política o de la crisis el otro día me contaron un cuento…Triste gracia que a menudo tengamos que echar mano de las fábulas para atrevernos a decir eso que llaman “verdades”; todo un arte poner en boca de los pobres animales las tonterías que “más que a menudo” nos decimos los humanos, para sacarles –después de estrujarnos convenientemente el ingenio–¬, la moralina breve, el final, tan ejemplarizante como lacerante, destinado al menos avispado, al egoísta o envidioso… en definitiva: escarmiento seguro para el animal “no-racional” que en el apólogo hemos hecho más “parecer” y “padecer” la esencia de la mediocridad de los “otros animales”, los racionales…
La verdad es que no sé qué pensaría sobre este asunto el monje eremita, el santo barbudo y ascético varón al que celebramos estos días en medio de hogueras y el sabroso cañamón. De momento ahí está, acompañándonos en su pequeña ermita de siempre, las puertas abiertas al día festivo, al desfile alegre de perros, gatos, canarios y periquitos llevados por sus dueños con ese gesto llamativamente igual en todos los “amos”, esa mezcla de orgullo cuidadoso, amparo incondicional y a la vez de rendición absoluta hacia la criatura que obedece a la mano...
Y es que los animales, como la naturaleza y la vida misma, en el mundo de los hombres se nos vuelven todo fragilidad, tanto que no es de extrañar que la sabiduría popular les buscara, antaño ya, su santo protector, y además uno tan carismático como San Antonio Abad, fuerte, para resistir las mejores tentaciones, valiente, para acompañarse de la soledad, poderoso, para elegir la pobreza… todo un ejemplo de santo, vaya.
Pero yo que de vidas de santos ya he olvidado mucho, si me he acordado al hilo de las procesiones de santos valedores de estos días, de esa otra figura “protectora” de los animales que, aunque mucho más moderna y sin dorada aureola ni barba, fue también, además de carismática, buena gente: Félix Rodríguez de la Fuente.
La labor que en defensa de la naturaleza hizo este naturalista fue capital para nuestro país y nos marcó a toda una generación. Por aquel entonces, en las casas, los bares, los teleclubes, comenzó a suceder un hecho asombroso: todo el país se paralizaba cuando empezaban los programas de Rodríguez de la Fuente en la tele; Fauna, Planeta azul, El hombre y la tierra… y la propia persona de Félix “el amigo de los animales”, eran un auténtico fenómeno de masas que conquistó, pervivió y consiguió cambiar la mentalidad de los españoles hacia la naturaleza.
Mucho se podría hablar de este apasionado adalid que tanto nos enseñó a conocer la vida –al que por cierto siempre acompañó componiendo la impactante y emotiva música de sus programas el turolense A. García Abril– pero de momento vaya sólo este recuerdo y dejemos el resto del día para celebrar a nuestro ínclito San Antón, que ya en el barrio de San Julián comienzan a verse los primeros brillos de su hoguera... y se oye la alegre música.