Te reconozco esos días en los que extravío mi voz de mujer y me entrego a la errática metamorfosis para ser pedregal por el que peregrinan los cantos oscuros de mi persona.
Para esos tentáculos no hay lucha ni antídoto posible que acerque la victoria.
Simplemente no soy, ni habito esta noche quieta que aborta intento trás intento de la alborada. No existo sino en el esquivo aliento de los gatos. En la huida inevitable de la fémina hacia la irascible cara de lo humano.