Jack Pierce, el maquillaje del terror (parte 2 de 3)



Antes de La Momia que constituiría otro éxito sonado, Pierce estuvo trabajando, entre otras, en El Doble asesinato en la calle Morgue (Murders in the Rue Morgue) de Robert Florey, La legión de los hombres sin alma (White zombie,1932) de Victor Halperin y El Caserón de las sombras (Old Dark house, 1932) de James Whale, maquillando a Lugosi en las dos primeras (un desquiciado mad doctor en ambas, nuevamente con pocos postizos), y a Karloff en la última (un horripilante mayordomo mudo, con cicatrices deformantes).

viene de Jack Pierce, el maquillaje del terror (parte 1)





Para La Momia (The Mummy, 1932) de Karl Freund, envolvió a Karloff en unas vendas previamente cocidas para darle esa apariencia de milenaria humedad. Tras lo cual se cubría al actor con una capa de barro, y tras su secado, se cubría de pegamento. El efecto era conseguir que la primera capad e vendas se deshaciese en una nube de polvo en el momento que el monstruo saliese del sarcófago, en su primera aparición en la película. El rostro se adecuó aplicando cola teatral y algodón con unas pinzas, para simular arrugas, igual que en las manos. Secaba la cola con una especie de calefactor manual. Finalmente derramaba una mezcla de tierra y arcilla de belleza sobre el pelo del actor para conseguir aspecto de putrefacción. Todo este trabajo no fue en balde, pues en futuras secuelas de La Momia usó la misma técnica, hasta que resolvió usar máscaras de goma para simular el rostro de la criatura. Sin duda logró la representación más famosa y recordada de este monstruo clásico.



Tras esta colaboración, y hasta su siguiente gran éxtio con El hombre lobo, entre otras, participó en la caracterización de El hombre invisible (Invisible man, 1933) de James Whale, cinta en la que destacaban los prodigiosos y espectaculares efectos visuales creados por John P. Fulton. El rostro de Claude Rains envuelto en vendas y tocado por unas gafas solares quedaría asociado para siempre al de este desquiciado científico inventor del suero de la invisibilidad. En Satanás (The Black Cat, 1934) de Edgar G. Ulmer, duelo interpretativo entre dos grandes como Boris Karloff o Bela Lugosi sobre un relato de Poe, se encargaría de conferir al primero un aspecto demoníaco gracias a la capa de maquillaje, el corte de pelo y el perfilado de las cejas. La interpretación de Karloff acababa de rematar la obra creando un personaje mítico.



En 1935, Pierce volvió a dar la campanada por el fantasioso peinado, diseñado por el director James Whale, que hizo lucir a Elsa Lanchester en La novia de Frankenstein (Bride of Frankenstein, 1935). Un largo pelo con una marca en forma de relámpago, una piel extremadamente pálida, y un porte inspiración egipcia. Nuevamente, Pierce dio en el clavo, constituyendo una imagen icónica de la pareja de la criatura. Para el monstruo se usó la misma base de maquillaje añadiéndole quemaduras, provocadas por el incendio sucedido al final de la primera película.

En El lobo humano (Werewolf of London, 1935) de Stuart Walker, Pierce tomó contacto por primera vez con el famoso licántropo. Pero aquí no se supo aprovechar su potencial debido a las exigencias del actor protagonista, Henry Hull, estrella del momento que exigió que pudiera ser reconocido por los espectadores aún convertido en lobo. Por lo tanto, los rasgos licantrópicos son mínimos. Aún así se trata de un excelente trabajo.



Nuevo enfrentamiento de la pareja más carismática de Estudios Universal en El Cuervo (The raven, 1935) de Lew Landers e inspirado en un relato de Poe. Y de nuevo es Karloff el que sufre las inclemencias del maquillaje interpretando a un deforme asesino fugitivo, a las órdenes del malvado Doctor Vollin (lugosi). A medio camino del de La momia, se representan con detalle las cicatrices en el rostro de Karloff. Algo más comedido será el maquillaje portado por Karloff en El poder invisible (The Invisible ray, 1936) de Lambert Hillyer, donde otra vez se reunía la insperable pareja fetiche. Aquí es John P . Fulton quien da el do de pecho con sus efectos visuales. En 1936 se estrenaba La Hija de Drácula (Dracula´s daughter) de Lambert Hillyer. La palidez y el tétrico aspecto de la actriz gloria Holden es lo único destacable de la aportación de Pierce a esta discreta película.