Jack Pierce, el maquillaje del terror (parte 1 de 3)



Cuando la criatura creada por el Doctor Frankenstein y revivida por un rayo apareció ante nuestros ojos, su poderoso aspecto hizo de él un ser inolvidable, iconográfico. La imagen del monstruo surgida del clásico de la Universal seguirá asociándose a la creación literaria de Mary Shelley por siempre. Y eso se lo debemos a Jack Pierce, el maquillador de las pesadillas.

INICIOS

Ninguna otra versión posterior ha causado tanto impacto. Boris Karloff es pieza indispensable, por supuesto. Pero el maquillaje de Jack Pierce confiere al actor una fuerza inigualable. Este pionero del maquillaje monstruoso en el cine, nacido en 1889 en Grecia, llegó a la meca del cine tras haber emigrado de Europa afinales del siglo. Una década, desde 1910 a 1920, desempeñando todo tipo de trabajos en la incipiente industria cinematográfica: de extra, de asistente de cámara, gerente de nickeoleon (salas que ofrecían proyecciones de media hora de duración por sólo 5 centavos la sesión).

El referente más directo que Pierce pudo encontrar en aquella época en lo que a maquillaje se refiere se encontraba trabajando en unos pequeños estudios sitos en el Valle de San Fernando, los "Universal City" (nombre elegido por Carl Laemmle, su fundador, que creó el estudio en 1915 donde entonces se erigía una granja de gallinas), y no era otro que Lon Chaney, que conseguía transformarse de manera espectacular aplicándose el mismo maquillaje y prótesis.

Sus colaboraciones en Vitagraph y Fox Studios llamaron la atención a Universal, que creo su propio departamento de maquillaje facial para Pierce en 1928 una vez que Lon Chaney hubiera dejado la compañía por enfermedad (en 1930 moría de cancer). Dos años antes, Cecil Holland (considerado por muchos el primer artista del maquillaje en el cine) y el propio Pierce, colegas de profesión, habían contribuido a la creación de la Asociación de Artistas del Maquillaje, la primera de este tipo, que solo contaba con cincuenta miembros en aquella época.

PRIMERAS PELÍCULAS

La primera película en la que Pierce aplicó su arte fue en la producción de la Fox dirigida por Raoul Walsh Habla el mono (The Monkey talks, 1927), drama circense con simio voyeurista. EL actor Jacques Lerner fue trasnformado en simio usando gamuzas, masilla y pelo falso adherido con cola especial, añadiendo más tarde una peluca con orejas de cuero. Con su segunda colaboración, ya para la Universal, en el clásico de Paul Leni El hombre que ríe (The man who laughs,1928) demuestra su capacidad para la creación de seres de infortunado aspecto. Conradt Veidt ofrece un inquietante rostro, genial traslación de la novela de Victor Hugo. En su tercera colaboración, sin acreditar como en las otras dos, East is West (1930) de Monta Bell, con Lupe velez y lewis Ayers en el reparto, transformó a Edward G. Robinson en chino con su maquillaje.



Carl Laemmle Jr. tomó las riendas de la empresa fundada por su padre, Universal, a los 21 años, y tuvo la luminosa idea de trasladar a la gran pantalla los mitos del terror de la literatura en una serie de películas que al cabo de los años resultarían clásicos y harían que se adoptase el término "monstruos universal" para definir a los personajes. Drácula (Dracula, 1931) de Tod Browning, basado en la novela de Bram Stoker, cuyos derechos poseía Universal, sería una buena piedra de toque. Pierce se llevó un gran chasco cuando Lugosi declinó llevar su maquillaje. El actor húngaro decidió maquillarse él mismo, y no en exceso, solo lo justo y necesario. El maquillaje especial del técnico hubo de regresar a su maletín. Otras fuentes hablan de que en la negativa de Lugosi solo entraba el que le desfiguraran el rostro, así que simplemente se le aplicó una pintura de grasa color verde luminoso para realzar elblanco y negro del rostro, además de la famosa línea del pelo.



Y LLEGA... EL MONSTRUO DE FRANKENSTEIN

Su obra maestra del maquillaje llegaría en 1931, cuando James Whale llevó al cine La novela de Mary Shelley Frankenstein. Boris Karloff, tras haber rechazado Lugosi el papel (esta vez le hubiesen tenido que desfigurar sin remedio) fue contratado para interpretar al monstruo, y Pierce, quien poco pudo sacar de la novela para maquillar el personaje, consultó libros de anatomía y cirugía. Así, puesto que a la criatura le habían reinsertado el cerebro, ideó la famosa cabeza cuadrada con clavos. Usó colodión y algodón para esta tarea, y unos pequeños cables para tirar de las esquinas de la boca, exagerando los matices del semblante del actor inglés. Cuentan que apretó tanto los tornillos del cuello que Karloff sufrió las cicatrices durante años. Las piernas del monstruo se enfundaron en tubos de metal, para dar un aspecto mecánico a sus andares. Unas suelos de un grosor acentuado en sus pesadas botas aumentaban la talla haciendo a la criatura más amenazadora. Ya estaba lista su creación más redonda, la que marcaría una época. El Frankenstein que interpretaba De Niro muchos años después intentaba ser más fiel al del libro, pero la magistral apariencia lograda por Jack Pierce habría de ser la que marcara a generaciones, haciendo que al oir hablar del monstruo, su imagen nos venga a la cabeza. Esta y ninguna otra, plagiada hasta la saciedad.