Voces del Mediterráneo


Entrepitos y flautas, llevo año y pico leyendo sobre la guerra y la posguerra muchomás de lo que me habría imaginado nunca, y eso que ya dejé el tema porimposible. De vezen cuando, sin embargo, vuelve a caer otra, y en este caso bien gorda, Las voces del Pamano, de Jaume Cabré,escrita en 2004 y transformada en miniserie televisiva en 2009, pero que a mí no me llegópor su difusión en español (la traducción es de 2007) sino por el método másantiguo de todos, el boca a boca entre lectores desprejuiciados.
               Lasvoces del Pamano es un modelo de novelapopular moderna, y si no añado “de calidad” es porque no creo que la novelapopular no suela o no pueda tenerla. Entre las wikinovelas históricas, peñazosde datos y de tópicos, y una buena novela popular media un amplio trecho que enespañol no ha dado mejores resultados por prejuicios de estilo. Los buenos narradoresespañoles necesitan ser originales sin interrupción, y como, por lo demás, enEspaña no hay tradición lectora, la novela popular ha caído en manos de arriolas de la literatura que sacrificanla calidad a la falta de sustancia, a los relatos de sencilla digestión y nadamás. Algo muy distinto sucede en Cataluña, y lo que, al parecer, estáocurriendo con Cabré, un descubrimiento que llega después que en Alemania uHolanda, me recuerda un poco a lo que sucedió en su día con Zafón, cuya apuestade novela popular sonaba tan habitual en la literatura catalana comosorprendente en la española. Pero los que hemos leído con fruición los Carvalhos de Vázquez Montalbán, unascuantas novelas de Marsé o casi todas de Mendoza, recordamos un tipo de novelafresca, divertida, sin adjetivos ornamentales ni corrientes de conciencia nileches en vinagre, muy bien narrada y mejor escrita. Me venía una especie debrisa Mediterránea leyendo a Jaume Cabré, no ya tanto por los personajes o lascircunstancias sino por esa forma desatada de narrar, llena de personajescercanos, del súper de abajo, y otros rematadamente novelescos, como fallasgrecolatinas. Son escritores que sabían a qué atenerse con sus lectores: genteque no quiere monsergas pero tampoco chorradas, lectores dispuestos a jugar aljuego que proponga el narrador, siempre y cuando el narrador los lleve y lostraiga y el viaje sea tan placentero como edificante. Cuando don Quijote pasópor las prensas catalanas debió de dejarse allí el espíritu, porque en el restode España sigue mandando Quevedo.
               ¿Peroqué es una novela popular? Jaume Cabré ha trabajado en cine y televisión y senota. La narración televisiva consiste en llevar breves escenas a un clímaxargumental y de inmediato cambiar de personajes. Este trenzado de historias esbueno porque garantiza variedad e independiza los episodios pero tambiénesconde muchas veces la debilidad de cada una de las historias por separado,aunque también, si se sabe prescindir de la linealidad, permite aquello quedecía Allan Gurganus de narrar desdedentro, disponiendo los elementos como manchas de color necesarias para laarmonía del conjunto. Cuando leo una novela contada en un ir y venir de tiemposy de personajes siempre me hago la misma pregunta: ¿la escribió en este ordenel autor o primero la redactó por orden cronológico y después la desordenó?Habría que preguntárselo a él, pero yo creo que esta novela está escrita segúnsus propias necesidades, narrando el pasado con la misma falta de continuidadque tienen los recuerdos y que necesitan las novelas para atizar la curiosidad.No cuesta en absoluto ir del año 44 al 2002 pasando por los años 70, porque elbuen narrador siempre deja un detalle que ahorra la nueva ambientación. Nitampoco cuesta seguir cualquiera de los tres hilos, entre otras razones porqueel narrador recapitula con frecuencia, a veces, para mi gusto, con excesivafrecuencia.
               Las treshistorias que teje Cabré tampoco son, como suele, paralelas sino más bienconcéntricas. Da la sensación, bastante obvia, por otra parte, de que hayapartido de una sola novela, una historia de maquis, en plan Pa Negre y por ahí, rebozada luego conla mirada desde el presente, la clásica investigadora de los papeles delmuerto, la encargada de rescatar la memoria que se enfrenta a sus propiosdesignios y, plop, surge la nueva historia, en este caso paralela no con lasdemás sino con el personaje de Elisenda. En la historia original, la de 1944,un maestro llega a un pueblo de la sierra de Lérida con su mujer embarazada.Por una cobardía elemental que es el inverso de la ironía trágica, un poco comoen Un enemigo del pueblo, el lector yel héroe saben lo que los demás ignoran, y su tragedia es que lo consideren unfascista repulsivo que delató a un niño de catorce años al que el jefe localdel Movimiento, un verraco sanguinario, le descerrajó un tiro en un ojo. Sumujer lo abandona porque le da asco su actitud, pero él trata de correspondercon el niño muerto haciéndose confidente y enlace de los maquis.
               La historiamadre, digámoslo así, recibe un chorro de coñac cuando aparece la rica delpueblo, Elisenda, la malisísima de la novela. Ángela Chanin, a su lado, unaaficionada. Y Elisenda se enamora del maestro, de modo que, en medio delinvierno crudo, en mitad de la insoportable posguerra, en un pueblo perdido delNoguera Pallaresa, una riquísima señora fascista no solo posa para el maestro,que resulta ser un gran pintor, sino que regocija a los lectores con escenas libidinosas. Esa novela previa terminaba trágicamente, o sea bien. El mismo despechoamoroso, la misma crueldad congénita de los ricos, es la que mata alprotagonista y usurpa su memoria. No adelanto nada. Esto es algo que se sabedesde las primeras páginas. La novela presenta sus líneas generales y luegoavanza en bucle, rehilada, de modo que lo que se resuelve no es tanto acontecimientosfundamentales del argumento cuanto sus detalles puramente novelescos:anagnórisis varias (alguna digna del mismo Lope), pistolas que surgen de lassombras, damas que dejan el bolso en el sillón y se desnudan, y en vez decerrar la puerta, como hace la púdica novela castellana, enseguida sedespatarran. Las escenas de carne están contadas como las contaría quien las sufre, quien es traicionado, y con un hilillo de moralina un poco paradójico, porque en esta novela solo follan los malvados. 
               EstaElisenda es el colmo de la mujer fatal, del putón verbernero, y de todas lasmaldades de los fascistas reunidas en una sola familia repulsiva y un séquitode asesinos de Falange. Pero también de todas las argucias ycrueldades del franquismo posterior y del capitalismo en general, y de losaristócratas que medraron a lomos del régimen, fornicando con el régimen, ycuras que los ampararon con sus misas. No falta el cura íntegro, el que llamamala puta a quien le confía en sagrada confesión sus maldades, y trata deimpedir que la rica despechada se apropie de la memoria de un mártir de losmaquis y lo convierta en santo para redimir sus culpas.
               Perotodo ello, en un tercer círculo narrativo, es investigado por una maestra depueblo que es el rigor de las desdichas. El hijo, después de educarlo en lalibertad y la tolerancia, se le mete cura. El marido le sale un pichabrava mudoy ridículo como el Imanol Arias de Laflor de mi secreto. Y, por si el lector no se hubiera congraciado losuficiente con ella y su mensaje narrativo, le sale un cáncer. Es ella la que,cómo no, mientras estudiaba las raíces del pueblo donde vive, encontró unoscuadernos manuscritos que… Por cierto, el momento en que Marcel descubre quiénfue su padre desaprovecha la inercia narrativa de ese manuscrito. Poco antes elnarrador ha insistido en que en ese cuaderno había dibujado un retrato delpadre, pero luego desaprovecha la ocasión de que el hijo se refleje en aquelloscuadernos perdidos.
               El casoes que la otra protagonista, la maestra, Tina, es el más cercano de todos, unpoco el que nos guía emocional e ideológicamente. Hay que restituir la memoriahistórica de los maquis catalanes muertos en su lucha por la libertad contra laEspaña de Franco, cuando ya la guerra se había perdido pero entre las montañascundía el odio y la desesperación. El jefe de Falange, Torga, el malo de lapelícula, es un asesino y un gilipollas. Mientras mata gente por deporte escomo el malo de las marionetas, que no se entera de la que le están armando. Laescena, por ejemplo, del atentado fallido, muy importante porque justifica eldesenlace, la llegada del destino, me resulta francamente inverosímil. Peroestá bien contada y ese tipo de cosas, cuando te estás divirtiendo, no setienen en cuenta. El maestro se va salvando de una muerte segura porque el maloes imbécil, lo cual también tiene una justificación argumental cuando necesitaque lo ayuden a descubrir la verdad.
               Porquetodos van buscando descubrir una verdad o impedir que se descubra. Tina queríadesvelar en 2002 lo que Elisenda quiso ocultar en 1944. El maestro oculta en1944 lo que entonces habría acelerado todavía más su muerte pero después nosirve para que sea revelado, porque el poder, al margen de las circunstancias,sigue estando en manos de los mismos. El poder los educa y los modela, losarraiga y los desarraiga, los encapricha y los hastía. Y los demás, a jodersecon su Dos caballos, su hijo cura y su marido pichabrava. La memoria históricaes como una subasta de héroes. El picapedrero todavía no puede cincelar todoslos epitafios posibles. Quien paga, manda.
               Tina yel maestro son dos excelentes personajes, pero los demás, incluida Elisenda,son tipos, prototipos. Todas las mujeres rojas son santas, pobres y valientes.Todas las mujeres fascistas son ricas, putas y desaprensivas. Algo que tienegracia desde el momento en que las putas tienen audiencias papales y a lassantas las abandonan y no las escuchan los curas, algunos hijos suyos, Diosmío. Sin embargo nos habríamos quedado más tiempo con el maestro, habríamosquerido saber más de él si no hubiese sido, también, víctima de una estructuranarrativa que es como un ágil montaje cinematográfico. Y lo mismo me pasa conTina, a quien creo que el narrador no ha deparado un final como se merecíaella, no la historia. Ese pesimismo final es un poco postizo, creo yo, despuésdel optimismo narrativo que nos hacía pasar de las camas a las trincheras condestreza de abubilla.
               Y no essolo con Tina. Hay un personaje meramente trazado al que he estado esperandotoda la novela, Rosa, la mujer del maestro, cuyo papel tan secundario, taninsignificante, me ha decepcionado un poco. Con lo viva que estaba, con lointeresante que parecía. La escena de la placita de la Fuente es buenaprecisamente por eso. Todos teníamos ganas de ver a Rosa, de hablar con Rosa,pero hay ropa tendida y no conviene que los vean juntos. Si Cabré queríatransmitir la decepción del maestro, desde luego que lo consigue, pero ellector no tiene la culpa de nada y una cosa es que el maestro no pueda verla ynosotros tengamos que pagar la misma pena.
               Y todoello, los personajes vivos y profundos y los de cartón piedra, las escenasemotivas o fascinantes y los tópicos de serie negra, las dilacionesinnecesarias y las revelaciones sorprendentes, es decir, todo el atalaje de loque desde siempre se ha entendido por novela popular, está narrado con rapidezadictiva, con economía suficiente, desmembrado de modo que el lector se beba asorbos el gran caldero de seiscientas páginas, y cada capitulillo lo deje conganas de saber más pero le consuele volver a saber en la página siguiente dealgo que hace algunos capítulos dejó de contársele y prometía mucho. Y está narradocon una prosa que lleva más lejos de lo acostumbrado las posibilidades de losestilos directo e indirecto, del pensamiento y la voz, de las personas quehablan y las que solo piensan, de los cambios de escenario y de imaginación ode época y de historia. Algo que, dicho así, parece un lío, es un sencillojuego que uno comparte sin la más mínima dificultad desde la primera página.Pocas veces ha visto un caso como este de recurso vanguardista al servicio dela narración tradicional. Y lo bien que funciona, oye. Una prueba más de quelos hallazgos narrativos nunca sirven por sí mismos sino en tanto son capacesde complementar la narración de toda la vida.
               Demomento, y sin solución de continuidad, voy a empezar con Yo confieso, el libro que, por lo que estoy oyendo últimamente por ahí,va a ser la sensación del año. A ver, a ver.