Eddy Collins


Eddy Collins retratado por María Espeus.


Entiendo que ahora toca hablar de política y que loque me dispongo a hacer se hace con personas comúnmente consideradas relevantes.Pero a mí lo comúnmente considerado me da igual ahora, sentada en esta sala dehospital, en la que mi vida ha entrado en paréntesis.
Eddy Collins Jones, y puede que no les suene, estáen coma. Ese coma que es un paréntesis en el que cabe mucha gente. Y yo.
De Eddy Collins se pueden decir muchas cosas. Que esun hombre nacido en Guinea, descendiente de esclavos africanos, que cuando tomóel poder en Guinea el dictador Macías su familia fue torturada, muerta, expulsada, quefue primer barman negro de Barcelona, que coctelero del Ritz cuando DavidCarradine se escondía con él escaleras arriba, que ejerció de zangolotino entrela llamada gauche divine en lossetenta, que es uno de los agentes culturales más interesantes de la últimaBarcelona, tan pequeña, con su Canalla Condal… Pero la mayoría de esas cosas ya están escritas.
También puedo decir que fue Eddy Collins quien mepresentó a los escritores Francisco Casavella o Enrique Vila-Matas, los músicosSantiago Auserón, Jaume Sisa o Jaime Stinus, al director de cine Óscar Áibar, alos teatreros Pere Ponce, Pepe Rubianes o Joan Lluís Bozzo… Que su barra en elHotel Rívoli de Barcelona es un lugar de encuentro de todos aquellos a los queles gusta beber bien mientras hablan, hablar bien con quien tengan al lado, loconozcan o no, en la certeza de que Eddy convoca a lo mejor de cada casa.
Sin embargo, en este paréntesis que se me haabierto, desde esta sala de hospital, quiero recordar un momento, hace cuatro ocinco semanas. Apareció en el local de mi editorial en el barrio Chino deBarcelona cargando una impresora. “Porque he visto que no tenéis ni impresorani pasta”. Qué tontería, ¿no? Hay momentos empinados, duros, en los que ungesto devuelve el sol al día. Eddy Collins yendo a comprar una impresora,cargándola en sus robustos brazos de árbol negro, trayéndola hasta el Chino ymarchando sin permitir las gracias. Un hombre bueno. Qué tontería, ¿no?
En coma.
Estos son homenajes que hay que hacer cuando queda vida.
.
Este artículo apareció ayer en El Mundo.