La muerte de Luis García Berlanga me pilló fuera este fin de semana, por lo que mi entrada llega ya con un retraso considerable. Pero aunque esté todo dicho, no me voy a privar de dedicarle un post a este señor tan observador, mordaz y cargado de un humor muy, pero que muy negro (a la par que surrealista).
Me gustan todas sus películas. Unas más, otras menos, como suele ocurrir, pero creo que hasta sus trabajos “menores” son mejores que algunas cosas que nos venden por ahí como maravillosas. Mi favorita desde siempre es Bienvenido Mr. Marshall. Sigo tronchándome cuando veo a Pepe Isbert asomado al balcón de la casa consistorial y graznando eso de “Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación y esta explicación que os debo os la voy a pagar”. O cuando llega la escena del sueño del alcalde ante la inminente llegada de los americanos y Pepe Isbert irrumpe en un salón del oeste, disfrazado de sheriff y poniendo cara de mucha ferocidad. Y por cierto, ¿quién no ha imitado en alguna reunión familiar o de amigos - y con algunos tragos encima, todo sea dicho - la parrafada balconera de Pepe Isbert, mientras los demás se mueren de la risa etílica en sus sillas?
Creo que a los que ya tenemos cierta edad, las películas de Berlanga se nos han metido en la sesera y hasta en casa. En la mía, llamamos “sapos” a los langostinos desde que vimos a Luis Ciges rechazando el que le ofrecían unas damas caritativas en Plácido, esa película tan esperpéntica en la que las buenas gentes de una pequeña ciudad organizan un sorteo de pobres para que cada familia de bien pueda sentar a uno a su mesa por Nochebuena. Y claro, luego pasa lo que pasa: que los pobres les salen zafios, hacen ruidos sorbiendo la sopa y rechazan los manjares que les ofrecen.
- Tenga, un langostino.
- ¡Sapos, no! Que no me gustan.
¿Y qué decir de la escena de Vivan los novios en la que José Luis López Vázquez encuentra a su madre ahogada en la diminuta piscina de plástico donde un rijoso turista extranjero había retozado antes con sus dos amiguitas? Humor hiper-super-mega-negro, que diríamos ahora.
En fin, creo que sobran las palabras. Mejor cuelgo las escena del balcón y del salón de Bienvenido Mr. Marshall.
Y ésta de Plácido: