Estoy estos días en plan de desempolvar a Fellini y Nino Rota. Hoy cuelgo aquí dos escenas de Amarcord, esa obra maestra del cine.
Primera escena: la de los zangolotinos bailando y soñando en el hotel vacío entre la ventisca:
Segunda escena: la del pueblo al completo - con su acordeonista, la más guapa del lugar, el ligón de cabello engominado y todos los notables - que se hace a la mar en botes para saludar al transatlántico Rex a su paso por la costa. Y, como suele ocurrir con lo que deseamos en la vida con tanta intensidad que hasta nos duele, el transatlántico pasa de largo llevándose sus lucecitas brillantes, que representan cada uno de los pequeños sueños de cada habitante del pueblecito costero.