Son las doce de la noche
Estamos ante la hora bruja
Y este sábado, ya domingo
Es tan frio e insoportable
Que no me reconocerías
Si me vieras a cinco metros
De reciproca distancia
Lorena engulle un kebab
Que poco parece importarle
Con tal que agonice el hambre
Mientras desabrocha uno a uno
Los botones, los suyos, los míos,
Bajo cero, todos, en plena calle.
¡Vamos a ver a Braulio el martillo!
Me agarra, me suelta, me retuerce.
Sus ojos son los latidos de dios
Sus labios transportan la mercancía
De una suculenta vocecilla
Que a golpecitos me grita;
¡Vamos a ver a Braulio el martillo!
El viento empuja una esquina tras otra
Sin reparar en los daños que hace
Con sus escupitajos frenéticos y salvajes
Suerte que Braulio no suele cambiar de sitio
Siempre refugiado en la misma calle
Donde con el ocaso la sexualidad es plural
Y tan solo al amanecer despierta la prudencia.
Pero al llegar hasta esa calle contemplamos
Unos seres malignos vestidos todos iguales
Quemando todo lo que se encuentran a su paso
Alli nadie queda, tan solo los encapuchados
Con sus botas de puntera de acero, sus bates,
Sus puños americanos y sus sprays insultando.
No queda ni rastro de Braulio el martillo.
La llamada del pánico una vez más, callado
Esperando que la cajita con cámara nos hable
Se descuelga el teléfono, voz seca y sofocante,
Braulio estaba golpeando su martillo entero
Contra el trasero de un nuevo novio aburrido
Dentro de los baños de su garito de siempre
Ya que tuvieron que bajar la persiana
Por unos delincuentes