los barrotes son tan duros que da miedo tocarlos. A veces.
A veces
la prisión se torna tan pequeña que el tacto de óxido en mis manos es una invitación para echar a volar. A veces.
Dicen que nunca me han visto volar. Yo tampoco a ellos y sin embargo los sueño.
Los sueño volando, aunque no adivine sus alas bajo sus tristes uniformes grises, aunque no sople el viento ni con ayuda del ventilador, aunque eso no ocurra, aun cuando lo que ocurre es mucho peor, yo los veo volar.
Y porque en mi pensamiento vuelan ellos sienten sus alas.
Dicen que no me han visto volar y yo, YO ya he volado con ellos.